Estaba muy extenuada y deseaba regresar a la casa para tomar un baño y dormir un poco, mis dos amigas me esperaban para retirarnos, se les veía con rostros cansados, ellas no habían dejado de asistir al padre en toda la noche, durante la misa y el velorio, por lo que supuse que estaban igual o peor que yo. Caminaba hacia ellas cuando fui interceptada por el señor abogado Edmundo.—Señorita Ángel, todo salió como usted lo ordenó, fue usted muy generosa. —Dijo muy serio y con semblante de admiración.—Muchas gracias, ha sido de gran ayuda, sin usted no hubiese podido lograrla. Muchas gracias, de veras, señor Edmundo, su trabajo es realmente valioso. —Lo elogié agradecida, pues durante todo el tiempo parecía que estuviera en todas partes organizando y cuidando que todo se hiciera como lo había pedido. —No tiene por qué dármelas, es mi deber ayudarla. No olvide que trabajo para usted. Mi hijo me ayudó también mucho, se lo presentaré después, se fue a acompañar a mi esposa a la casa. Me
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