244. ATRAPADOS
Hacía más de cuatro horas que Julián se había ido para el pueblo con un carruaje y algunos sirvientes por si se atascaba en el camino, para buscar al doctor. Estaba de lo más preocupada, de ver qué no aparecía, y un sentimiento se fue haciendo grande en mi pecho ahogándome. ¡Tenía miedo, mucho miedo! Por lo que hice lo que acostumbraba a hacer cuando vivía en el colegio, me dirigí al piano y me puse a tocar. Cantaba muy alto, como si quisiera que mi voz viajara y fuera hasta donde estaba mi Julián atrapado. Porque era así como lo sentía, mi voz se elevaba nítidamente por encima de los silbidos que provocaba el aire contra las paredes de la casa, haciendo un macabro concierto. Nadie vino a mí encuentro, si no, que desde donde se encontraban, comenzaron a cantar junto conmigo de igual manera. De pronto en medio de la tormenta, un enorme rayo retumbó iluminándolo todo, y prendiendo fuego a una de las palmas reales de la entrada de la calle. Yo seguía cantando a toda voz, al t
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