Por la mañana, Vittoria estaba desvelada, pero su corazón latía apresuradamente lleno de esperanza. Esperó hasta que Greta viniera a su habitual rutina de aseo diario y cambiarla de ropa, afuera Giorgia y Carlo apenas se levantaban para tomar el desayuno. — Mi niña, le he traído algo sólido para comer, usted se ha estado alimentando muy mal y ha perdido mucho peso, necesitará fuerzas si quiere salir de aquí... también he elegido algo deportivo y muy cómodo para que se ponga, le traje un poco de efectivo y también las llaves del departamento. Vittoria tomó todo de las manos de la anciana y la abrazó muy fuerte sin poder evitar las lágrimas. — ¡Gracias Greta! Has sido mi ángel guardián toda la vida, ¡Eres la única madre que he conocido! — Tratando de controlar las emociones. — Niña, no me diga eso que me pone sentimental, ahora guarde todo en ese bolsito de tela práctico que usted tiene en el armario, no llamará la atención con eso en la calle, debe pasar lo más desapercibida posible
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