Layla entró a su antigua habitación, la cama era lo único que ocupaba el cuarto, llorando corrió la manta y sábana que cubrían con firmeza el colchón, aún temblando se acostó y no podía parar de hipar, su llanto era fuerte y desgarrador, cuando estaba pensando en que su esposo no era de tal forma él le demostraba todo lo contrario, le confirmaba que era un ser humano sin corazón, que no piensa más que en sí mismo y no se detiene ni un segundo a pensar en el dolor ajeno, en los sentimientos que pueden ser heridos o en el corazón de su esposa. Cuando el sol golpeó de lleno en su cara ella abrió con lentitud sus ojos, aún estaban hinchados y algo rojos debido al llanto hasta tarde en la madrugada, le costó conciliar el suelo, tenía los nervios a flor de piel, estaba alerta a todo a su alrededor, a la defensiva ante cualquier ataque. No escuchó ningún ruido que le alertara la presencia de su esposo, se levantó y caminó con una nube negra sobre su cabeza, su espíritu se en
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