Nada más pisar tierra, los estaba esperando un lujoso auto, elegante, negro, un hombre maduro, los recibió con una cálida sonrisa. —Bienvenido a casa, señor. — le dijo e inclinó su rostro hacia Gianna. —Muchas gracias, Mike— respondió Alexander amablemente— te presento a mi esposa, la señora Gianna Harrison. —Señora, es todo un placer recibirle, soy Mike y estoy a sus órdenes. —Muchas gracias, Mike, el gusto es todo mío— Mike era alto, un hombre avanzado en edad, de brillantes ojos miel, sonrisa dulce y un cabello tan rubio que parecía reflejar los rayos del sol. —Querida— le dijo Alexander dirigiéndose a ella con una sonrisa— Mike se encargará del equipaje, por favor espera en el auto, conversaré con el capitán. —Por supuesto — respondió con dulzura y caminó obedientemente al auto, dónde Mike le abrió la puerta dándole ingreso, se sentó y solo allí se dió cuenta de que estaba agitada, ¿Por qué razón?, por supuesto que no era porque Alexander la hubiese llamado; querida, era sol
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