Capítulo 11. Mi historia de terror personal
Muriel fue la primera en romper el encantamiento entre los dos, que los mantenía en una posición que debería ser incómoda pero no lo era, retrocediendo un paso mientras sentía su corazón latir a mil kilómetros por hora.Ardía en sus labios el fuego de sentirse tocados por el sabor tibio de Santiago y sus ojos eran atraídos sin remedio por esa mirada profundamente encendida.Balbuceó una excusa, a duras penas, y cuando pudo moverse, por fin, corrió al interior seguro de su hogar, dejando al hombre aún asombrado de sí mismo, y con un deseo nuevo que lo desconcertaba.Era definitivo, le gustaba Muriel.Él no sería capaz de dormir luego de ese beso tímido y casual, pero lleno de significado, así que en vez de volver a su casa, condujo directamente a un establecimiento de esos costosos donde solía beber y conquistar.Necesitaba descargar esas ganas que habían crecido desde que, en un arrebato de locura, había ofrecido ayuda a su secretaria.Pero, contra su costumbre, ninguna de las jóvenes
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