Tanta falta le hacía a Francesco un amor verdadero, que había quedado encantado con la velada de anoche con su prometida. Fue una noche realmente hermosa, hablaron, rieron y se sintieron fascinados el uno con el otro como hacía tanto. Así que Francesco solo pensaba en volver a repetirlo, volver a sentirse tranquilo y en paz, al lado de la mujer con la cual muy seguramente pasaría el resto de su vida. —Amor, ya casi salgo de la oficina, ¿Te paso buscando por la casa de tus padres y repetimos lo de anoche?— escribió Francesco a Zia, su prometida, la cual aún estaba en el auto motel de las afueras de la ciudad, revolcándose con el jefe de seguridad de la familia Rucci. —Hola cariño, me parece fantástico, solo dame una hora para arreglarme y pasas por mí, así no me esperas con las extensas y aburridas historias de mi padre.— respondió Zia, astutamente, con lo cual sacó una sonrisa de su prometido al leer el mensaje.— apresúrate, ¡debemos irnos ya!— le dijo Zia, exaltada a su cómpl
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