46. El ogro
Después de la gala, Gerard se ha encontrado a Mía a cada reunión a la que asiste. Verla desenvolverse de forma natural y simpatizar con los presentes menos con él, es como si no existiera para ella y eso lo pone de un humor de perros. Abren la puerta de su oficina sacándolo de sus pensamientos, es su padre, últimamente verlo por la empresa no es algo grato, siempre hay una queja, orden o sugerencia que acatar. —¿A que debo tu presencia? —lo ve impasible, camina hacia él con sus facciones rígidas. —Desde que ella apareció, te has comportado como un crio reclamando su dulce, cuando te ha dejado claro que no desea nada contigo —se sienta frente a él cruzando las piernas— lo mejor que hiciste fue separarte de ella, eso no lo puedes olvidar. Busca una mujer decente y que sepa muy bien su lugar. —No vamos a empezar otra vez con el tema, me case cuando presionaron, me divorcie tiempo después, ahora no vengas a exigir nada, te recuerdo que el presidente de esta empresa soy yo. Ni sé qué ha
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