—¿Rachel? —indagó él, la agarró de las manos y la separó de su cuerpo. —La misma, querido, ¿qué haces en Londres? ¡Tantos años sin vernos! —exclamó, sonreía ampliamente. Rachel era una mujer muy atractiva, de exuberantes curvas, piel trigueña, cabello claro, ojos color miel, siempre fue elegante, sofisticada, hermosa. —Me mudé a Londres —comunicó en tono seco, entonces miró al lugar donde estaba sentada Aby, y estaba vacío, giró su rostro y la observó salir por el umbral de la puerta de la cafetería—. Abigail —musitó, se puso de pie—, me dio gusto saludarte Rachel, debo irme. —¿Tan pronto? ¿Huyes de mí? —indagó ella, colocó su mano en la cintura—, ya supe que no te casaste con Kendra, y que estás solo, yo me divorcié hace unos años, así que…—Arrugó el ceño. —¿Estás con Abigaíl? ¿Con la mujer que nos separó, con la que te engañó? —cuestionó, lo miró con una expresión de confusión.—Nada, entre tú y yo no queda nada —respondió con la mandíbula tensa—, no tengo por qué darte explicac
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