Capítulo 37. Un heredero sin fortuna
Lorenzo se desesperó al ver a su hija en ese estado y comenzó a gritar fuerte llamando a Sara, él no sabía qué hacer, nunca había lidiado con una situación igual, temía moverla y que terminara lastimándola más. Sus gritos eran tan fuertes que Sara lo escuchó y, en seguida, corrió al patio con el corazón palpitando en su garganta: algo había pasado, el terror en la voz de Lorenzo era alarmante. —¡Zoe, Dios mío! —pronunció asustada cuando vio a la niña en el suelo. Corrió hacia ella y se arrodilló en el suelo delante de la pequeña. —Se cayó de la resbaladilla, no reacciona, está sangrando —le dijo Lorenzo con la voz rota y el cuerpo tembloroso, sentía mucho miedo e impotencia. —Zoe, cariño, ¿me escuchas? —le preguntó ella tocándole la cabecita con cuidado, pero la niña estaba inconsciente, no respondía—. Llama a urgencias, Lorenzo —murmuró entre lágrimas. —Sí, sí. —¿Cómo no se le había ocurrido? Se sacó el móvil del bolsillo y marcó el número de urgencias. En cuanto contestaron, les
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