Capítulo 27. Nunca más tener que compartirla
Cuando Leo salió del cuarto de baño, Emma lo esperaba totalmente repuesta y prolija, sentada en su sillón, con las piernas cruzadas, un gran vaso de agua en la mano y otro en la pequeña mesa, para él. -Tome asiento a mi lado, por favor, señor Ares, creo que quedan algunas otras cosas de qué hablar… bueno, seguramente surgirán más, pero esta es importante antes de nuestro próximo encuentro.Él la miró intrigado. Esos ojos grises parecían atravesarlo y adivinar algunos de sus miedos.-Puede ser, señora Fritz.Se sentó a su lado, bebió el agua de un sorbo, y esperó a que ella hablara.-Créame, señor Ares, que conozco mis propios límites, y sé cuánto soy capaz de soportar y lo exijo sin tapujos. Digamos que… la experiencia… me lo ha enseñado, no siempre de la mejor manera. Sin embargo, veo en usted cierta reticencia, supongo que por alguna experiencia del pasado… ¿Estoy en lo cierto?Leo la miró y le sonrió mientras asentía:-Es usted demasiado inteligente, señora Fritz. Ella se rió.-¿
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