Leonardo había seguido a Emma hasta el baño, sin dejar de devorarla con los ojos mientras ella llenaba la bañera.No podía evitar sentir curiosidad por todo, pero no sólo en cuanto a lo que podía aprender de su maestra de artes amatorias.También le gustaría saber sobre su pasado y sobre sus demás amantes. ¿Cómo era que una joven como ella terminaba de ese singular modo, con esa afición? ¿Cómo eran esos otros hombres?Una pequeña nube de celos se cruzó por su mente, pero la desechó enseguida. No tenía derecho.Pero estaba seguro, por alguna extraña razón, y por ese sentimiento peculiar que se anidaba dentro de él, de que se esforzaría lo suficiente para conseguir la exclusividad sobre la señora Emma Fritz. Aún tenía en él la esencia de un hombre posesivo, celoso y protector. Ella no se lo permitiría. Y en cuanto se lo expresara, todo esto se esfumaría.Bueno, por ahora, él pensaba que la dejaría lo suficientemente satisfecha como para que ese día, no buscara a nadie más. Emma prepar
Durante las horas siguientes, él intentó concentrarse sólo en su trabajo, aunque su cuerpo tuviera vida propia, y su cerebro no pudiera soltar la conversación que había tenido con Clarisa. De la que sólo había obtenido la conclusión de que ella amaba hace tiempo a la señora Fritz, que habrían tenido algo en su momento, y que el pasado de Emma era sin duda interesante.También le parecía que Emma no tenía tantos amantes como decían las malas lenguas, teniendo en cuenta la reciente demostración de exigencia y perfeccionismo.La señora Fritz sin duda priorizaba calidad por sobre cantidad, como en cada aspecto de su vida.Eso, por supuesto, lo obligaba a esforzarse y a satisfacer los altos estándares de esa mujer que admiraba y respetaba y… ¿la quería? Sí. Como a una amiga. Eso era.Emma estaba feliz. La idea le había llegado sola. La presencia de Leonardo Ares a su lado, que sin duda marcaría su territorio, serviría como freno para los posibles candidatos de su padre. Sin decir nada, de
Hace casi siete años, la realidad era muy diferente, lejana al futuro de expansión y bonanza que se avizoraba ahora para Old Tree, la empresa que dirigía exitosamente la joven empresaria de hielo, Emma Fritz.Hace casi siete años, Aaron Stuart tenía graves problemas económicos y no lograba sacar su empresa Old Costume a flote. Las deudas, con bancos y con organizaciones ilegales, lo estaban agobiando y de seguir así debería declararse de una vez por todas en bancarrota.Estaba en el club Marine, bebiendo algunos tragos con viejos conocidos y socios, hasta que finalmente se quedó con su amigo Frederick Meyer. Aaron estaba bastante ebrio, pero no quería regresar a su mansión. Hablaba arrastrando las palabras:-Así es, estimado amigo, mi compañía no está funcionando muy bien… me temo que necesito un buen ingreso de capital para poder sacarla a flote.Frederick lo miró con cansancio:-Te advertí que no te metieras con esa gente, Aaron, no son de fiar y nunca lo fueron… debiste abandonar e
Emma estaba aún tristemente casada con Karl Fritz cuando conoció a Clarisa. En ese entonces, Clari era la asistente y secretaria del médico de la familia Fritz, el doctor Harris, un hombre ya muy mayor que ignoraba continuamente los claros signos de maltrato en el cuerpo de la señora Fritz, pero que a su joven empleada le resultaban más que evidentes. La asistente era además de cálida y eficiente, una mujer muy preparada con formación en enfermería pero también en administración empresarial. A una muy solitaria y joven Emma, Clarisa le pareció una bocanada de aire fresco y renovador, y ambas conversaban bastante en la sala de espera. La señora Fritz buscaba habitualmente recetas para analgésicos, análisis de sangre para corroborar su salud, y métodos de planificación familiar, estos últimos al principio a espaldas de su marido, Karl, que los primeros meses deseaba una descendencia. Ella no deseaba tener hijos de ese hombre, y, dados los moretones en su piel, Clarisa no podría reproc
Emma Fritz era muy buena clienta del mejor hotel de la ciudad, que siempre tenía disponible una suite a su gusto, sin importar el día o la hora en que la necesitara. Ese sería el lugar ideal para sus posteriores encuentros con Leonardo Ares, su nuevo amante. Un lugar discreto, pero no tanto como los departamentos de Alexei y Omar. Y esto era completamente a propósito, ya que los rumores le serían algo útil.Sobre todo si llegaban a oídos de su padre, Frederick Meyer y algunos socios que siempre se confabulaban con ellos.Su primer encuentro de ese día había sido intenso e interesante, y aunque se había propuesto dejarlo descansar esa tarde luego del trabajo, la verdad es que ardía en deseos de seguir probándolo. Se había contenido durante mucho tiempo, volcando ese anhelo en el buen Alexei y en Omar. Era consciente de que podía ir a visitar al ruso, y saciar esa excitación, pero no perdía nada con preguntar. Al fin y al cabo el señor Ares tenía su familia y sus propios pasatiempos, a
Cuando Leo salió del cuarto de baño, Emma lo esperaba totalmente repuesta y prolija, sentada en su sillón, con las piernas cruzadas, un gran vaso de agua en la mano y otro en la pequeña mesa, para él. -Tome asiento a mi lado, por favor, señor Ares, creo que quedan algunas otras cosas de qué hablar… bueno, seguramente surgirán más, pero esta es importante antes de nuestro próximo encuentro.Él la miró intrigado. Esos ojos grises parecían atravesarlo y adivinar algunos de sus miedos.-Puede ser, señora Fritz.Se sentó a su lado, bebió el agua de un sorbo, y esperó a que ella hablara.-Créame, señor Ares, que conozco mis propios límites, y sé cuánto soy capaz de soportar y lo exijo sin tapujos. Digamos que… la experiencia… me lo ha enseñado, no siempre de la mejor manera. Sin embargo, veo en usted cierta reticencia, supongo que por alguna experiencia del pasado… ¿Estoy en lo cierto?Leo la miró y le sonrió mientras asentía:-Es usted demasiado inteligente, señora Fritz. Ella se rió.-¿
Emma se recostó cómodamente entre las almohadas de la enorme cama, esperando a que Leonardo se repusiera un poco luego de que ella lo succionara con placer. Era divertido ir conociéndose con alguien nuevo y diferente, llevaba bastante tiempo sin atreverse a sumar a nadie más entre sus selectos amantes.Y llevaba además casi un año deseando fuertemente al señor Ares.Cuando él salió de su sopor de goce, se acercó despacio al refrigerador de la suite y sirvió dos vasos de agua, acercándole uno amablemente a ella que lo recibió con una sonrisa. Estaba sedienta, así que agradecía el gesto. Leonardo aspiró el aire a su alrededor, olfateando el aroma inconfundible de la mujer excitada frente a él, y se sonrió. Sin decir una palabra, ni esperar una orden, aprovechó sus "beneficios" de socio empresarial, le quitó las delicadas bragas, se acomodó entre sus piernas y comenzó a saborearla, como al manjar más delicioso. Aunque era la segunda vez en su vida que lo hacía, Emma parecía disfrutarlo
Los días que siguieron en la empresa fueron de preparativos y de mucho trabajo. Habían solicitado a Black posponer el viaje a Inglaterra para dentro de dos semanas para organizarse correctamente, y habían decidido que aprovecharían la ocasión para ir a visitar un posible contacto en París, y concretar así el firme inicio de una expansión exitosa que los emocionaba.La presencia futura de Leonardo Ares en sus viajes, hacía posible que Emma tuviera la posibilidad de alcanzar unos objetivos aún mejores de los que había tenido para sus sueños empresariales, rozando una frontera a la que antes no se atrevía a llegar para no alejarse de su zona de confort y sentirse vulnerable. Porque la señora Fritz aún tenía cientos de inseguridades. Todavía sentía que sin el apoyo de sus amantes era posible que ella se derrumbara en medio de ese mundo cruel y lleno de rencores y traiciones, y eso era perturbador. Sin duda debía resolverlo de una mejor manera, pero por ahora su representante y amante era