—Yo soy Bastián, Bastián Myers, y es un placer conocerte Dante —Adalet tomaba a su pequeño hijo entre sus brazos, mientras miraba a Bastián frente a ellos. Había sido descuidada, se suponía que nadie debía de saber de Dante, pero era difícil mantener a un niño de casi cinco años dentro de un departamento.Bastián miraba el notable nerviosismo de Adalet, le resultaba muy fácil el entender que la mujer no quería a nadie cerca de su hijo, aunque sus razones, por supuesto, le eran desconocidas, pero notando los ojos algo enrojecidos de Adalet, dedujo que algo malo había ocurrido. Aun así, él no tenía ninguna intención de perturbar a la madre y a su hijo, así que, sonriendo, devolvía aquel balón en las manos del pequeño.—Aquí tienes pequeño, ten más cuidado con él, aquí hay mucha gente y puede que pierdas tu balón si lo arrojas demasiado lejos — dijo Bastián con una sonrisa que Dante le correspondió.—Gracias señor — respondió Dante.—Bueno Bastián, creo que es mejor que nos vayamos, fue
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