—Cof, cof —Aquella tos persistente no dejaba de escucharse, y Adrienne agradecía estar sola en ese momento, pues sabía que, si Adalet la escuchaba, se preocuparía demasiado por ella.—Señora Williams, ¿Se encuentra bien? — cuestionaba el hombre al otro lado de la línea al escuchar a la mujer tosiendo fuertemente.—Si, si, ahora lo que es realmente importante es que eso quede antes de que…tu sabes, el testamento debe de quedar en regla, mañana espero tu llegada para firmar todos los documentos y que todo quede en regla, me queda poco tiempo — decía puntualizando aquello ultimo la pobre mujer.—Lo se señora Williams, y no debe de preocuparse, todo esta en regla, ya solo faltaría que usted firme y en un par de horas salgo hacia New York, ya me encuentro en el aeropuerto — aseguro el abogado.—Bien, mañana terminaremos con esto señor Ramsay, se lo agradezco — dijo la mujer terminando la llamada.Sentándose en el cómodo sofá que su hija había comprado para ella, se sintió un poco aliviada
Una semana había transcurrido desde aquella noche tranquila en el parque, y Adalet se sentía más tranquila que nunca. Enzo no se había aparecido para molestarla, y todo lo que estaba relacionado con su venganza contra los Stone, marchaba como viento en popa. Además de todo ello, todo entre ella y Bastián había progresado, se volvían cada día más cercanos, y compartían cada vez más tiempo juntos. —Dante, date prisa, no olvides ponerte tu gorro de sol — decía Adalet sonriendo tranquilamente. Aun no tenia suficiente confianza con Bastián, por supuesto, y todavía no le había hablado con la verdad sobre lo ocurrido entre ella y Enzo, sobre los Stone, ni mucho menos sobre su madre y sus graves problemas de salud. Sabía que en algún punto debía de ser sincera, pero su miedo le impedía serlo. No era fácil volver a confiar en un hombre después de sufrir la peor de las traiciones, no era fácil abrir el corazón cuando un golpe tan duro lo había cerrado por completo, y, si era completamente ho
El sonido de una botella quebrandose, rompía el silencio que reinaba en aquella mansión casi vacía. Los sirvientes miraban hacia otra parte, o simplemente se concentraban en hacer sus deberes, sin prestar atención intencionalmente a lo que sea que estuviese aconteciendo con los señores de la casa. Ya no era extraño escucharlos discutir, como tampoco eran extraños aquellos terribles arrebatos de ira que el señor Stone sufría todos los días. Limpiando, cocinando, cualquier deber o pequeña tarea, era mucho mejor que escuchar lo que los amos tenían para decir.—¡Maldición! — gritaba de ira Enzo una vez más, aunque, esta vez, era tanta la rabia y el odio que estaba sintiendo, que realmente quería destrozarlo todo a su paso.Una hoja arrugada yacía en el suelo, una copa de cristal era lanzada al fuego, cada cachivache que había sobre el escritorio, era arrojado con violencia, y las frágiles sillas eran una presa fácil de destruir ante aquella ira tan atroz que Enzo no se estaba conteniendo.
Los besos prohibidos y las bajas pasiones, se ocultaban en la penumbra de esa habitación. La luna se asomaba casi descaradamente por el gran ventanal del balcón, y las blancas cortinas de seda se movían ligeramente a la par del viento. Gemidos entrecortados y respiraciones agitadas, apenas eran perceptibles en el silencio de esa noche que refugiaba entre sus brazos a un par de amantes que a medias verdades se estaban entregando.Adalet, sentía su cuerpo vibrando de pasión y deseo, al sentir la cálida lengua de Bastián Myers recorriendo su feminidad con la delicadeza en que lo haría a los pétalos de una rosa. Hacia demasiado tiempo, tanto que no lograba recordar cuando había sido la ultima vez, que su cuerpo no se desnudaba ante nadie.Bastián, a las medias luces de una solitaria lampara sobre un buró, notaba con mayor detalle aquellas cicatrices de guerra que su hermosa pelirroja llevaba como un eterno recordatorio en su cuerpo, de tiempos que era mejor olvidar. No preguntaría, aquell
El sol se colaba por el gran ventanal que toda la noche se había quedado abierto. El cantar alegre de las aves, se escuchaba, quizás, mas armoniosamente que otros días, y ambos sabían cuál era la razón de ello.—Buenos días, mi musa — saludaba Bastián animadamente mientras apreciaba con todo su corazón, aquellos revueltos cabellos de fuego que cubrían a medias el encantador rostro de la pelirroja.Adalet se estiraba un poco, y Bastián admiraba aquellas vistosas pecas que decoraban el rostro de la mujer por la que comenzaba a sentir tanto.—Buenos días Bastián, dime, ¿Qué quieres desayunar? — cuestiono Adalet animadamente.—Ah, no te preocupes, me toca a mi preparar lo que tu quieras, solo dime que tienes leche y café, y lo demás corre por mi cuenta — dijo Bastián abrazando a Adalet que aún estaba desnuda.Haciéndole cosquillas, Bastián lograba sacar las dulces carcajadas de Adalet Williams, y ella, sintiéndose tan feliz como hacia demasiado tiempo no se sentía, reía sin parar ante aqu
Aquel día era un tormento, en realidad, todos los días eran un tormento desde que Adalet había vuelto a aparecer en su vida. Enzo sabía que el tiempo se le había terminado, y la última advertencia que su padre le dijo, marcaba el inicio de una desesperación sin precedentes que le impedía conciliar el sueño, y lo sumergía en lo profundo de un abismo que parecía no tener fondo.DESHEREDADO.Esa palabra no dejaba de darle vuelta en su mente, volviéndolo un poco más loco, y desesperándolo al borde de la demencia al no saber que hacer.Los médicos le habían dicho que ya no había vuelta atrás para aquella intervención quirúrgica que le habían hecho; el simplemente ya no podría tener hijos, y eso lo condenaba a ser un miserable desheredado que cargaría por siempre la vergüenza de no ser capaz de procrear.Sara no había dudado ni un momento en decirle a su padre la verdad, y ahora ella se pavoneaba ante el recalcándole a cada instante que ella nunca había sido la estéril, y que, para gran ver
El cielo estaba nublado esa tarde, como anticipando la tormenta que estaba a apunto de llegar y de la cual, no se escaparía nadie. El sonido de aquella maquina que capturaba los latidos de un corazón, comenzaba a desquiciarla tanto como la aliviaba.Una mano sostenía a otra, y Adalet miraba como su madre yacía recostada en esa cama de hospital, con todos aquellos aparatos conectados a ella. Ella ya lo sabía, que a la mujer que salvo su vida le quedaba poco tiempo, pero quizás, confiando en milagros que no ocurrieron, esperaba tenerla un poco más a su lado…solo un poco más.—Señora Williams, ¿Podría salir un momento? — decía el médico a cargo, y Adalet, como si caminara a su sentencia de muerte, iba tras de él ya esperando la peor de las noticias, pero aun aferrándose a la esperanza de que todo saldría bien.El médico mantenía el temple serio, con el ceño fruncido, y miraba fijamente aquellos papeles que seguramente contenían en ellos el diagnostico de su madre. El cáncer era una cruel
El sonido estruendoso de los relámpagos resultaba bastante atronador. Fuera de aquel departamento, caía una lluvia torrencial que no parecía tener la intención de detenerse pronto. Bastián se preparaba para irse al hospital, Adalet había pasado toda la noche allí cuidando de su madre, y aunque él había querido quedarse con ella, la pelirroja no se lo había permitido alegando que el también necesitaba descansar. Dante se hallaba bajo los cuidados de su niñera, y el saldría en ese momento para llevar a Adalet hasta su casa y que ella pudiese dormir algo.Toquidos insistentes en su puerta, lo sacaban rápidamente de quicio, ahora mismo no tenia el tiempo ni las ganas de lidiar con visitas inesperadas, además, ¿Quién podría ser a esa hora?—¡Ya voy! — grito molesto mientras caminaba a la puerta mientras terminaba de calzarse.Abriendo la puerta, tan solo pudo ver aquellos inconfundibles y detestables cabellos con extensiones que tanto aborrecía.—¿Se puede saber porque no respondes a mis l