LAURA JENNER —¿Ya hemos llegado? —, le pregunté, mientras seguíamos en su coche. —Sí, casi—, respondió mirándome. Giré la cabeza para no tener su intensa mirada sobre mí.—Mmm—, dije mirando por la ventanilla. Pronto el coche se detuvo y le oí decir.—Hogar. No, dulce hogar, ahora que estás aquí—, me susurró al oído, apartándome un poco el pelo.—Basta, Natanael—, le dije alejándome de él. No tardó en rodearme la cintura con la mano y tirar de mí. —¿De verdad necesitas tirar de mí hacia ti todo el tiempo? —Lo siento, pequeña. No puedo evitarlo. Llevas diez años lejos de mí. No sabes cuánto te he echado de menos.—¿Me enseñas mi habitación? —, dije sintiéndome un poco cansada. —Nuestra habitación—, corrigió y tiró de mí con él. —Esto no es una broma. Enséñame mi habitación—, le ordené. Se detuvo y me miró, inclinando la cabeza hacia un lado y cruzó las manos cerca del pecho como si estuviera pensando.—Ok. Es tu habitación la que compartiré contigo—, dijo y tomó mi mano jalándome
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