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Todos los capítulos de La Obsesión Del Millonario: Capítulo 11 - Capítulo 20
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Chantaje
Eloísa percibió como sus latidos aumentaban en tempo. La cercanía de Henrick, su mirada gris tan penetrante y esa sonrisa socarrona en sus labios, hacían de él una visión, que, por alguna razón, la dejaba hipnotizada.—Apártese—le dijo empujándolo.Se dirigió al otro extremo de la habitación tratando de serenarse, no podía demostrarle que su proximidad le afectaba de alguna manera. Además, había dicho algo de un “negocio”, necesitaba tener la mente en calma para enfrentarse a la locura de ese hombre.—No sé de qué está hablando, pero permítame aclararle un par de cosas: primero, no pienso hacer ningún tipo de negocio con usted y, segundo, ni crea que encerrarme aquí, en contra de mi voluntad, ayudara a que me doblegue ante sus exigencias. Así que, ahorrémonos tiempo y libéreme, si es que no quiere enfrentar las consecuencias legales de su atropello.—Me gusta—dijo el hombre mirándola con alguna extraña emoción bailando en sus orbes—, pero aunque me gusta, no puedo permitir que sigas h
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Intruso
—Malnacido—insultó la mujer entre dientes, con la clara intención de acercarse y darle su merecido con sus propias manos.—Esto apenas empieza, Eloísa, mantén la calma—expresó Henrick indiferente, sentándose en una de las sillas con sus piernas cruzadas.Para él, aquella parecía ser una situación normal. Al parecer, manipular y chantajear era en su persona una práctica recurrente.—Adelante—concedió cuando alguien toco a la puerta de aquel cuarto de visitas.Un hombre de edad avanzada entro a la habitación, haciendo una pomposa reverencia en dirección a su jefe.—Está todo listo, señor—anunció entregando otro juego de papeles.Por alguna razón, aquello le provoco una sensación de escalofríos. Sea lo que sea que contenían esos documentos, no podía tratarse de algo bueno. Estaba segura.—Perfecto, retírate.Una vez a solas, Henrick deslizo la recién traída carpeta en su dirección.—Es tu decisión, Eloísa—dijo, como si realmente ella estuviese en la libertad de decidir algo.Eloísa tragó
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Pesadilla
—¡Jamás! ¡No se lo daré!—gritó Eloísa tratando de huir de aquel hombre.La joven no paraba de correr, mientras sentía aquellos pasos masculinos cada vez mucho más cerca. Su corazón latía con fuerza y sus piernas se encontraban a punto de desfallecer, pero aun así, se negaba a rendirse. No soltaría a su hijo, no se lo daría. —Entrégalo—demandó Henrick con voz potente, haciéndola estremecer. Eloísa apretó más fuerte aquel bulto entre sus brazos y negó rotundamente: —¡Nunca!El hombre sonrió con malicia instantes antes de arrebatarle a la criatura, dejándola sola y con una sensación de inmenso vacío. —¡No!—se despertó Eloísa de aquella pesadilla, sintiéndola en extremo muy real.La joven se encorvó en su lugar, continuando con un llanto que no sabía cuándo había iniciado, pero que ya no podía detener. «No permitiré que se salga con la suya», pensó más desesperada que antes por el tema del bendito contrato. Esa mañana, cuando bajó a desayunar en busca de su hermana, se encontró con
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Demente
Henrick intentaba hacer de aquel beso una caricia apasionada, pero Eloísa no le permitía llevar a cabo sus intenciones. La mujer no dejaba de retorcerse y suplicar, como si su simple toque fuese un carbón ardiente.El ego de Henrick se estaba viendo fuertemente pisoteado ante aquella reacción. Le molestaba, le molestaba demasiado. —No te lo pienso repetir, quédate quieta—exigió separándose apenas de sus labios. —Déjeme, por favor. No quiero hacer esto—suplico Eloísa con sus ojos llorosos, haciendo a un lado su actitud fuerte. Henrick maldijo en voz baja y se apartó, su mirada se oscureció y el odio que sentía se hizo más notorio. —Mañana regresaré y espero que tu actitud sea otra—dicho esto se marchó, dejándola llorando en el suelo de aquella habitación. «¿En dónde se había ido a meter?», se preguntó Eloísa, recordando que su vida en Suiza era tan pacífica. Ahora, estaba atrapada en ese país con un contrato que cumplir. Eloísa no supo cuánto tiempo pasó engarrotada en el suelo,
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Regreso
—¿Eloísa, dónde has estado?—interrogó Helena a su hermana a través de una llamada telefónica.El silencio reinó tras la pregunta. La joven estuvo tentada a decirle todo lo que había sucedido en su ausencia, pero se detuvo. No tenía caso preocupar a Helena con algo como eso, no cuando sabía que no tenía forma de regresar en ese momento.—Lo siento, perdí la noción del tiempo. Ya sabes, me distraigo muy fácilmente—contestó con una opresión en el pecho. Odiaba mentirle a su hermana, pero debía hacerlo.Helena pareció creerse su mentira. La mujer suspiró sonoramente y paso a otro tema:—Parece que esto va a tomarme más tiempo de lo estimado—confesó con cansancio—. Quizás dentro de una semana esté de regreso, Eloísa. Por favor, mantente atenta al teléfono, no quiero volver a preocuparme porque no me contestas.—Tranquila, estaré al pendiente—la tranquilizo, Eloísa finalmente.Luego de que la llamada finalizará, Eloísa se lanzó en la cama pensando en las palabras de su hermana. Al parecer,
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Inseminación
—¿Y cómo estuvo el viaje?—Agotador y extremamente aburrido—confesó Helena con un suspiro.Eloísa sonrió compadeciendo a su hermana, pero a la vez sin poder dejar de pensar en lo que le ocultaba.—¿Y tú? ¿En qué ocupaste el tiempo en esta semana?—Yo…—una reacción exagerada se mostró en el rostro de la menor, quien tenía mucho que ocultar y se sintió por un ligero instante descubierta.—Sí, tú, ¿quién más?Helena arqueo una ceja sin comprender su extraño comportamiento.—Bueno, no hice nada interesante. Ya sabes ni siquiera puedo salir de esta casa—sin proponérselo, su voz surgió en tono de queja.—Lo siento, Isa—se disculpó Helena sintiéndose culpable de esto último, si no fuese por ella y su espantosa vida de casada, su hermanita no se vería involucrada en todo esto.—Tranquila, no es tu culpa—por primera vez no había reproche en la voz de la menor—. Eres simplemente una víctima más de ese malvado hombre.—Y hablando de él, ¿no ha vuelto a molestarte?El rostro de Eloísa perdió el c
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¿Qué hice?
Era de noche cuando Eloísa supo que no se encontraba sola. Esa era la primera noche desde que su hermana regreso, la primera noche en la que esperaba dormir en completa paz luego de una semana cargada de incertidumbre. Sin embargo, algo en el ambiente cambio, algo en el ambiente no se sentía del todo bien… La joven no lo había visto, pero su presencia llenaba la habitación con una amplia y pesada atmosfera. Su aroma amaderado se expandía en cada rincón, dándole la certeza de que él estaba ahí, oculto en algún lugar de la penumbra. «¿Era acaso otra pesadilla?», se preguntó con los ojos cerrados. No tenía necesidad de abrirlos, su cuerpo lo presentía. Como toda respuesta a su pregunta, el colchón se hundió bajo un nuevo peso. En ese momento, sus ojos se abrieron únicamente para confirmar lo que ya sabía. Henrick estaba ahí, a su lado, mirándola con la misma intensidad que lo había hecho en cada noche desde la partida de Helena. —¿Qué está haciendo? Eloísa no podía creer que fuese ta
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Dos
Helena la llevaba de la mano, mientras visitaban algunas tiendas. Sus manos estaban repletas de bolsas llenas de compras, pero ella no parecía querer detenerse pronto.—Es la única manera que tengo de vengarme—le confesó la razón de aquel derroche de dinero.La menor no dijo nada, pero supuso que su esposo se molestaría al ver que había gastado aquella exagerada suma. «Se lo merecía», concordó en su mente, pero sin duda Henrick no era el único que merecía un castigo.«¿Cómo pudo ser tan débil para caer en su trampa?», se preguntó Eloísa cuando entraron a otra tienda.—¿Te gusta?—preguntó Helena, escogiendo el vestido más caro de la exhibición.Se trataba de un bonito ejemplar de Chanel, que seguramente costaría toda una fortuna. —Está bonito—la voz de Eloísa surgió en un tono monótono.—Oye, ¿qué pasa contigo?—la reprendió su hermana al ver que se comportaba como un robot. Al parecer, no quería estar ahí—. Si quieres que regresemos a la casa, solamente debes decirlo. —Lo siento, Hel
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Simulación
Dos. Dos. Dos. Eloísa salió del consultorio sintiéndose mareada, su hermana la esperaba en el exterior del mismo, sin sospechar nada de lo que había ocurrido dentro de esas cuatro paredes. —¿Qué pasa, Isa? Estás muy pálida—se preocupó Helena al detallar en el aspecto de su cara, pero sin duda su palidez era el último de sus problemas. El verdadero problema de Eloísa, radicaba en su interior, dónde dos bebés se formaban. Y no, no eran las criaturas en sí el inconveniente, sino el padre de las mismas. «¿Cómo pudo pasar esto?», se preguntó la joven, negando ante la pregunta de su hermana y continuando su camino como si nada. En ese momento, se sentía como una especie de zombi, moviéndose por pura inercia, pero sin deseos reales de hacerlo. —¿La doctora dijo algo que te disgusto?—continuó Helena con su interrogatorio, necesitaba saber qué había sucedido para que su hermanita se viera como una persona a la que acababan de dar un diagnóstico de muerte. —No es nada, Helena—la corto El
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Secreto
La puerta se cerró con un ligero sonido. Hombre y mujer se miraron fijamente al encontrarse completamente solos en esas cuatro paredes. Las manos de Eloísa se empuñaron como clara muestra de su irritación y odio creciente. —Usted…—miró al hombre con una repulsión latente. Deseaba tanto gritar y decirle una serie de insultos, pero sabía que debía mantener la compostura, su hermana estaba afuera y podía darse cuenta de todo. —¿De qué querías hablar, Eloísa?—preguntó Henrick mostrándose indiferente. —¿De qué?—boqueo la mujer, sin poder creerse su descarado—. ¿Le parece que no hay tema de conversación suficiente?—Me temo que no—la voz del hombre era extremadamente fría—, todo quedó bastante claro en nuestro contrato. Al escuchar aquella palabra, el corazón de Eloísa se sintió débil. "Contrato" todo se resumía a simplemente eso, un negocio donde debía de entregar a sus hijos como parte de un convenio.—No, me niego—afirmó con sus ojos llorosos, muestra de que el llanto estaba próximo
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