Después de ese inesperado beso en su jardín, yo lo alejé de mí y volví a mi habitación. Por la noche, en la cena, Adam se disculpó conmigo y dijo que lo hizo por impulso, yo lo entendí, pero le pedí no volver a hacerlo nunca más. Él comprendió y todo siguió igual entre los dos. Durante esa semana planeamos la revelación de sexo de mis bebés, y por ese tiempo pude olvidarme de él y de ella. Me sentí feliz organizando todo, conversando con Adam, imaginando qué colores revelarían las bengalas. Incluso al fin fui capaz de tomar el teléfono y llamar a Nora. Ella se sorprendió mucho con mi llamada, y más cuando le dije donde me encontraba. Y no dudo en ir a verme. —¡Dios, Suzy! —dijo cuando abrí la puerta de la casa y ella se lanzó a mis brazos—. Debiste decirme lo que pasaba, yo te hubiera ofrecido mi casa, mi apoyo. La estreché, agradecida de tenerla conmigo. —Perdona, no podía, él sabe dónde vives y yo no quiero... verlo aún. Nora me comprendió, y más cuando le hablé de lo que
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