Naiara Mi señora Sindri solía decir que era difícil ver lo bueno que estaba frente a nuestros ojos, cuándo había tantas cosas que nos preocupaban, rodeándonos cómo pequeños buitres, invisibles, qué nos hostigaban, y nos empañaban nuestra buena noche. Tenía que ir a Sarassea y jugar mi honor, quizás agachar la cabeza ante otros señores, hacer lo posible para salir con un buen matrimonio, uno que no deseaba, pero que parecería no tener otra opción. Pero además tenía tiempo, y lo aprovechaba, hablaba con Azaleia, de su vida, de su futuro, sostenía a mi sobrina. Sin duda yo era muy afortunada, y estaba segura de que en los difíciles momentos que iban a venir. Yo recordaría las tardes alegres viendo a los lobos correr, Ónix siguiendo a sus padres como un cachorrito, Azaleia contándome del palacio imperial, de su cuidador el Duque, de los caminos que había visto en el Imperio, mientras que con cariño, yo mecía a la pequeña Marchelina entre mis brazos. Azaleia, Dashi y los gemelos Ga
Leer más