El día de la fiesta de los nobles, estaban listos para acudir, cuando Aaron vio a Lana no pudo tener ojos para nadie más, ella era tan hermosa para él, con sus largos cabellos rojizos y su vestido elegante, azul celeste, ellos se adelantaron al auto y cuando Larissa bajó, y Alex pudo verla le pareció tan bella como una mítica ninfa, le prestó su brazo, ella lo tomó, yendo a su lado. Pronto, llegaron a la villa del conde Federico de Esla, la villa era espectacular y hermosa, con jardines verdes, llenos de vida. Al entrar, los llevaron hasta un gran salón, donde pudieron encontrar a la crema y nata de la sociedad noble del Mediterráneo. Aaron llevaba sus lentes oscuros, su bastón blanco, y tomaba la mano de Lana, a la que ahora presentaba a todo el mundo como su prometida. Un hombre se acercó a ellos, tenía un porte impecable; alto, rubio, de ojos oscuros —Un placer tenerlo aquí, señor Greene, tengo entendido que usted ha odiado estos eventos, encontrándolos superficiales, me alegra
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