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El día de la fiesta de los nobles, estaban listos para acudir, cuando Aaron vio a Lana no pudo tener ojos para nadie más, ella era tan hermosa para él, con sus largos cabellos rojizos y su vestido elegante, azul celeste, ellos se adelantaron al auto y cuando Larissa bajó, y Alex pudo verla le pareció tan bella como una mítica ninfa, le prestó su brazo, ella lo tomó, yendo a su lado. Pronto, llegaron a la villa del conde Federico de Esla, la villa era espectacular y hermosa, con jardines verdes, llenos de vida. Al entrar, los llevaron hasta un gran salón, donde pudieron encontrar a la crema y nata de la sociedad noble del Mediterráneo. Aaron llevaba sus lentes oscuros, su bastón blanco, y tomaba la mano de Lana, a la que ahora presentaba a todo el mundo como su prometida. Un hombre se acercó a ellos, tenía un porte impecable; alto, rubio, de ojos oscuros —Un placer tenerlo aquí, señor Greene, tengo entendido que usted ha odiado estos eventos, encontrándolos superficiales, me alegra
Las mujeres sollozaban, mientras les eran arrebatadas joyas tan costosas; anillos de oro, collares de perlas o diamantes, aretes, y zapatos, todo el robo era a punta de pistola, pero incluso los ladronzuelos no hicieron más daño a nadie, que el miedo infligido —Querido rey, ha sido un gran placer haberle robado en su propia cara, envíele mis saludos al rey emérito y a la reina madre —Lord Di Tacco reparó en la presencia de la reina Ana, y el rey Leonel tomó su mano, como para apartarla de la vista del delincuente, que le hizo una suave reverencia—. Su anillo de diamantes, su majestad, sería maravilloso para ayudar a los pobres, ¿Puede dármelo, por favor? La reina Ana miró su anillo, era de compromiso, y miró al rey Leonel —¡Cómo te atreves a hablar así a una reina! La mujer se quitó el anillo y se lo tendió en la mano —Ojalá sirva para alimentar a muchas personas que lo necesiten. Lord Di Tacco esbozó una suave sonrisa, que solo se veía a través de sus labios —Tiene mi palabra
Lana llevó a Aaron, hasta una habitación privada que les prestó el duque, ella curaba su herida, y él se sentía mejor, de pronto, la puerta se abrió y Lilian entró, ella acunó el rostro de Aaron, y Lana la miró con ojos tan feroces, que creyó que, si no se alejaba, perdería el control, sacándola arrastras de los cabellos —¡Aléjate, mujer! —exclamó Aaron con firmeza cuando escuchó su voz —. Estás faltándole el respeto a mi prometida, y perdiendo tu propia dignidad. Lilian le miró con ojos llorosos —¿Así es como dices que me has perdonado, y sigues vengándote? Aaron hizo un gesto de fastidio —Eres de las personas que nunca aprenderán, anda, vete de aquí. —¡Ya oíste, mujer! —Lana no esperó que dijera nada, la tomó del brazo y la sacó, cerrándole la puerta en las narices. Aaron rio un poco, y ella volvió a curarle su herida —¿Dónde estabas, Aaron? ¡Estaba tan angustiada! —exclamó Lana, él acarició su rostro, —Salí a tomar un poco de aire, queríamos fumar, y de pronto, unos hombre
Aaron escuchaba al doctor hablar sobre la salud de Damiana, ella estaría bien, fue golpeada, tenía algunas lesiones leves, y moretones, pero estaba bien. La trasladaron al hospital de Ovyu, pero pronto la llevarían al pueblo. La policía le explicó que, ella fue asaltada, todo el dinero que tenía en un banco, fue vaciado, con cheques que ella giró a nombre de un tal Loreto Ellis, ahora la policía lo buscaba, pero todo el dinero fue robado. —¿Puedo ver a mi hermana? El doctor asintió y una enfermera lo dirigió a donde podía verla. Al entrar en esa habitación, Aaron fue dejado a solas con Damiana, él se quitó los lentes, sostuvo su bastón, pero pudo verla bien, ella estaba tendida sobre aquella cama, parecía débil, parecía alguien inocente, si no fuera porque Aaron la conocía bien, sabía que su alma estaba corrompida por la ambición y el poder. Damiana abrió los ojos, y miró por la habitación, entonces encontró esa mirada azul, de pronto se enderezó como un resorte y lanzó un quejido
Tocaron a la puerta y Damiana caminó a abrir, odiaba esa pequeña casa en el centro del pueblo, no era nada comparada con sus lujos anteriores, al abrir, vio a Braulio ante ella—¿Tú, aquí?Él esbozó una maliciosa sonrisa—¿Puedo pasar?Damiana lo dejó entrar—¿Qué quieres? ¿Acaso viniste a burlarte de mi desgracia? —exclamóEl hombre rio y eso crispó sus nervios—¿Así que te robaron todo? ¡Pobre, pobre! Te dije que eras una estúpida, y no me equivoqué, a mi lado, nunca te hubiesen robado ni un centavo.Ella cruzó sus brazos, tenía marcas de los golpes en su rostro—Si estás aquí, no es para darme tu sermón, será mejor que hables, ahora.—La verdad es que sí, ahora que no tienes nada, únete a mi Damiana, quitémosle todo a Aaron Greene.Damiana le miró impactada, pero luego sonrió—¿Qué debo hacer?—Tu hermano tiene muchos enemigos, hagamos que crean que él realmente es Lord Di Tacco, así toda la herencia de su madre pasará a ti, y el resto a Larissa.—¿A Larissa? ¿Y por qué esa m*****a
—¿Por qué dices eso, Lana? —Créeme, Larissa, tengo a la peor familia del mundo —Lana bajó la mirada con el deseo de llorar—. Larissa, debo ir a casa, ve a la mansión Greene. —¡De ninguna manera, Lana! Mejor vamos a tu casa, esperaré afuera, pero, no te dejaré sola. Lana estuvo de acuerdo y así lo hicieron. Cuando Lana entró en la casa, su madre Doria la miró sorprendida —¡Lana, bienvenida! ¿Me has traído algo de comer o dinero? Lana la miró con ojos mordaces —Absolutamente nada. —Claro, en tu riqueza, jamás te acordarías de esta pobre vieja que te parió con dolor. Lana la miró con ojos pequeños llenos de frustración —Doria, ahórrate tus lloriqueos, y tus hipocresías, no acepto más tus chantajes baratos. La mujer la miró impactada, ¿Quién era ella? No parecía la misma Lana que crio a su lado, con miedo y respeto —¡¿Cómo te atreves a hablarme así, malagradecida!? —¿Malagradecida? —exclamó casi con estupor—. Tú me vendiste a la señora Dakota, tú me hubieses vendido a cualquie
Mauro Randle caminaba de vuelta casa, estaba medio ebria, iba zigzagueando. Como siempre había perdido todo su dinero. Las calles eran oscuras y ya casi era la media noche. De pronto, escuchó que alguien decía su nombre, se giró atrás, pero no encontró a nadie, cuando volvió la vista le dieron tremendo golpe que lo hizo ver contra el suelo, gateó asustado, alejándose, pero Terry lo miró con ojos severos —¿Así que querías matarme, maldito? ¡Fallaste! No vuelvas a intentarlo. Terry sacó una pistola y la apunto contra ese hombre. Mauro comenzó a chillar, arrodillado en el suelo, suplicando que no lo matara —¡No me mates, por favor, no lo hagas! —exclamó —¿Ya no me recuerdas? —Eres… —Mauro abrió bien los ojos para mirarlo y luego lanzó un grito—. ¡Terry! El novio de Lana… —¡Intentaste matarme! —apuntó directamente a su frente—. Ahora no tendré piedad de ti. —¡No me mates! Haré lo que sea. —¿Dónde está Lana? —exclamó con rabia —¿Lana? Por favor, deja a mi hermana en paz, ella va
—Los dejo solos, para que puedan hablar y aclararlo todo —Mauro salió tan rápido como pudo y le dirigió una mirada cómplice a Terry. Lana tenía ojos tan grandes, mirando a ese hombre de arriba abajo, creyó que era su pasado, que jamás se volverían a ver a la cara, ella lloró creyendo en su traición, pero eso no fue cierto, él era inocente, ahora lo sabía todo, y era él, y no tenía duda, sintió que algo en su corazón pesaba tanto como el cemento. —¡Lana! —exclamó Terry y se abalanzó a ella, abrazándola con fuerzas Lana se quedó inmóvil, ni siquiera pudo responder a ese abrazo, solo pensando, ¿De verdad era él? Se alejó casi de inmediato mirándolo —Terry, ¡Estás vivo! Yo creí que… —Sé lo que creíste… ¡Lo peor de mí! Pero, no es tu culpa, cariño, ellos te mintieron, primero enlodaron mi nombre, hasta que me repudiaste, luego te han dicho sobre una muerte falsa —él acunó su rostro, los ojos de Lana estaban confundidos, al borde de llanto—. Sin embargo, ahora y por siempre, Lana Randl