La noche ya había caído, bañando la ciudad con un brillo dorado bajo las luces de las calles. En la mansión Messina, todo estaba en calma. Después de meses y meses de caos, traiciones y luchas, Adriano y Gianina finalmente podían disfrutar de un momento de paz y tranquilidad. Habían trabajado sumamente duro para salvar a la familia y, posteriormente, la empresa, y, a pesar de que la presión nunca desaparecía del todo, esa noche era diferente: era una noche para relajarse.Adriano en ese momento se encontraba en la terraza, mirando el cielo estrellado con una copa de vino en la mano, reflexionando sobre todo lo que habían vivido. Sentía el peso de los últimos meses sobre sus hombros, pero, ahora, por primera vez en mucho tiempo, en su mente había algo más que preocupación; había esperanza.En ese instante, Gianina apareció detrás de él, envuelta en un grueso chal, y se acercó en silencio, colocándose junto de Adriano, quien le sonrió antes de acercarla a él con un abrazo protector.—¿E
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