Luego de que Ana fuera reducida, Alejandro miró a Sara y le dijo:—¿Recuerdas el camino de regreso al exterior? —Sara asintió—. Bien, sería bueno que vayas hasta allí y llames a la policía y a la ambulancia —le indicó.—Pero…—Sé que estás aterrada, pero también, por lo poco que te conozco, sé que puedes con todo esto y mucho más —dijo y sonrió.—Ya, pero ¿no puedo llamar desde aquí? —preguntó.—No creo que haya señal —respondió el hombre y sacó su móvil para comprobarlo—. No, en efecto, no hay señal. Lo mejor es que salgas en busca de ayuda.—¿Y tú?—Me quedaré aquí a ayudar a Adriano y a Gianina —respondió, alzando la voz ante el grito insistente de dolor por parte de Ana.—¿Qué haremos con ella? —interrogó Sara, mirando cómo Ana se tomaba el brazo izquierdo con la mano, mientras aullaba de dolor.—Pues no va a morir, así que esperaremos a que lleguen los paramédicos y la policía, estos últimos sabrán qué hacer con ella.Sara asintió y, sin decir más, tomó su móvil, comprobando que,
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