Esa misma noche, a las nueve, ambos se encontraban en el aeropuerto, en el que se encontraba el Jet privado de Adriano. En cuanto Gianina le había dicho que se iría con él a Sicilia al entierro de su madre, Adriano se había puesto en contacto con el piloto, sin embargo, este se había demorado en viajar, en un avión comercial, hasta el lugar en el que se encontraba el aeropuerto privado. Adriano se sentía impaciente. La verdad era que, por un lado, el hecho de que Gianina viajara con él lo llenaba de tranquilidad y se sentía agradecido, sin embargo, por el otro lado, le daba una angustia tremenda pensar que le pudieran hacerle algo que la dañara. Miró en dirección a Gianina e hizo una mueca de incomodidad y dije: —Sabes que puedes dar media vuelta y regresar a la masía, ¿no? —Gianina asintió—. Entonces, ¿por qué sigues aquí? —Porque te di mi palabra de que iría contigo. —En serio, yo… —comenzó a decir Adriano. Sin embargo, Gianina lo interrumpió: —Ya te dije que iré y no daré m
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