ARTURO BRUSQUETTI. No entendía lo que pasaba por la mente del señor Smith, pero sabía con certeza, que lo único que buscaba en la empresa, era tratar mal a mi esposa. Cualquier momento del día, lo aprovechaba para eso, y esta vez, no sería la excepción. Mauricio me había avisado que ese hombre, se encontraba allí y no dudé en ir a preguntar personalmente, cuál era el problema. Conduje sin pudor, hasta llegar al lugar, y sin siquiera esperar a que me anunciara, subí al ascensor, marcando en el botón, el último piso. Cuando llegué, vi a los hombres afuera, sorprendiéndome de que nadie, esté a lado de mi esposa y con un hombre como ese. — ¿Qué hacen aquí? — pregunté. — La señora ordenó que esperemos aquí afuera — respondió uno de ellos. Entonces caminé hasta la puerta, y lo abrí levemente, cuando la conversación se filtró y me detuve. — Estás mintiendo, Smith — manifestó ella —. Es imposible que ella estuviera detrás de todo esto, y mucho menos, él. — Claro que no lo creerías. Son
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