—Me tomé tres días, luego debo regresar —espetó apesadumbrado. —¿En dónde te quedarás? —Llegué anoche, estoy en un hotel hospedado. —Bien. —Tomó un poco de su bebida—. Entonces supongo que nos veremos todos los días hasta que te vayas. —Seguro —afirmó el joven—. Dime, ¿qué actividades hay en Zaragoza para hacer? —Hay varias, dependiendo de lo que te guste. —Algo interesante. —Hay varias actividades para que puedas hacer, hay algunas que son de riesgo. —Quería que fuéramos los dos. Claro, si tú no tienes objeción. —A decir verdad, no salgo mucho de casa. De las veces que lo he hecho, la gente se queda maravillada con la panza, y siempre preguntan por ti. —Revoleó los ojos molesta. —Bueno, ahora estoy aquí. Y puedo contestar por ti. —Sonrió. Hubo un breve silencio entre ambos. —Alan, no quiero que te confundas. —¿Confundirme con qué? —Con nosotros, que estemos almorzando juntos y sin discutir o pelear, no quiere decir que volveremos a ser una pareja nuevamente. —Está claro
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