Habían pasado dos semanas sin que nadie supiera el paradero de la joven. Chequearon todos los lugares a los cuales sabía concurrir, pero el paradero era desconocido. La policía seguía investigando pistas falsas en su mayoría, e incluso Sara pidió ayuda en las redes de la joven por si alguien la veía. Muchos juraban hacerlo, pero nadie realmente sabía nada.Había solo un lugar que no habían revisado, y el cual Sara olvidó por completo. La pintora había nacido en Madrid, pero vivió toda su infancia en Zaragoza luego de que su padre abandonara a su mamá y ella consiguiera trabajo en ese lugar.La joven se encontraba en la casa que ocupaba de pequeña, aún la conservaban a pesar de no vivir allí, y era donde había permanecido oculta durante los últimos quince días. El último movimiento de dinero que la joven hizo en su banco fue antes de irse de Londres, pagaba todo en efectivo para no dejar rastro. necesitaba pensar, alejarse para no sentirse influenciada por las opiniones ajenas. El sent
—Pasa —dijo ella con tono calmado. Alan ingresó al domicilio, encontrándose con una casa muy cálida, bastante iluminada y de colores neutros. Milagros le ofreció un café al cual él accedió, y le indicó que la esperara en la sala indicándole el lugar. El hombre entró encontrándose con un juego de living en colores oscuros y se sentó en el más grande. Ella regresó con una bandeja que contenía dos tazas y un tazón con galletas dulces. —Aquí tienes —espetó dándole su taza—. Traje unas galletas que he hecho yo, no son muy ricas, pero se pueden comer. —Sonrió apenada sentándose en el mismo sofá pero con un asiento de por medio. —¡Gracias! —expresó tomando un sorbo de su café—. Tú no deberías tomar esto —mencionó protector. —El mío es descafeinado —aclaró. —¡Ah! —musitó—. ¿Cómo estás? —Bien, aunque he estado con algo de malestar estos últimos días. —¿Has ido al médico? —preguntó tomando una galleta. —No tengo cobertura aquí, pero sé que no es nada que preocuparse ya que hablé con mi o
—Me tomé tres días, luego debo regresar —espetó apesadumbrado. —¿En dónde te quedarás? —Llegué anoche, estoy en un hotel hospedado. —Bien. —Tomó un poco de su bebida—. Entonces supongo que nos veremos todos los días hasta que te vayas. —Seguro —afirmó el joven—. Dime, ¿qué actividades hay en Zaragoza para hacer? —Hay varias, dependiendo de lo que te guste. —Algo interesante. —Hay varias actividades para que puedas hacer, hay algunas que son de riesgo. —Quería que fuéramos los dos. Claro, si tú no tienes objeción. —A decir verdad, no salgo mucho de casa. De las veces que lo he hecho, la gente se queda maravillada con la panza, y siempre preguntan por ti. —Revoleó los ojos molesta. —Bueno, ahora estoy aquí. Y puedo contestar por ti. —Sonrió. Hubo un breve silencio entre ambos. —Alan, no quiero que te confundas. —¿Confundirme con qué? —Con nosotros, que estemos almorzando juntos y sin discutir o pelear, no quiere decir que volveremos a ser una pareja nuevamente. —Está claro
—¿Qué haces? —espetó esquivando la boca de Alan quien pestañeó aturdido por su reacción—. Creo que es mejor que te vayas, iba a invitarte un café, pero no quiero que te confundas.—Yo no estoy confundido, Mili. Sé lo que quiero, y eso eres tú.—Pero yo te dije que no volveríamos, Alan. —Arqueó una ceja—. Solo estamos en contacto por nuestros bebes —espetó tocándose el vientre.—No entiendo porque eres así.—¿Así cómo?—Tan cambiante, creí que estaba todo bien con nosotros, luego del paseo. Incluso bromeamos con el guía sobre nosotros.—Fue cordialidad, no podía quedar mal, ni tampoco tenía porqué saber sobre nuestra intimidad. No volveré a verlo más. —Se encogió de hombros.—¿Qué tengo que hacer para que me perdones del todo y podamos estar juntos?—Dejarme sola y respetar mis tiempos.—¿Eso quiere decir que sientes cosas aún por mí?—Eso quiere decir que necesito tiempo, Alan —respondió con firmeza—. Ahora necesito descansar, el paseo me agotó. Así que, supongo que estaremos en conta
—Sí —dijeron al unísono.—Por aquí tenemos una niña —espetó la doctora y Milagros volteó emocionada hacia Alan quien la sujetó de la mano—. Y el otro bebe, es un varón. —La mujer revoleó los ojos volteando a ver a los padres—. Sí se están dejando ver bien, son mellizos de distinto sexo.—¿En serio? —inquirió Milagros feliz y vio de vuelta a Alan—. tendremos un niño y una niña.—Así es —espetó él complacido y le dio un beso en la frente que ella no esperaba, pero se sintió contenida.—Felicidades papis, todo se encuentra en los parámetros aceptados, así que puedo asegurar que son niños muy sanos.—¡Gracias! —espetó emocionada la joven.—Gracias doctora —acotó Alan.—Ahora debes prepararte para la ecografía 4D, no tengo el aparato aquí. —La mujer se sentó frente a su escritorio—. Te daré el turno para la próxima cita de control en quince días.—Muy bien.—Y nos vamos a hacer la ecografía.Alan tomó la orden de la doctora para guardarla en la carpeta que llevaba Milagros, mientras ella s
El parto duró poco más de una hora. Los mellizos nacieron sanos, aunque bajos de peso por no cumplir con el tiempo necesario de gestación. Martina nació con un kilo setecientos y Anton con un kilo ochocientos. Afortunadamente los papás pudieron llevarlos a casa cuando le dieron el alta al día siguiente. Estaban acompañados por Sara y Logan quien ayudó a la pareja a llegar hasta la casa.Milagros se sintió agotada y fue directo a acostarse a su habitación, dónde tenía los dos moisés para acostar a los bebés.—Acuesta a Anton a mi lado —solicitó la joven adormilada.—Estás cansada, es mejor que descanses un poco, cariño —acostó al bebe en el moisés y caminó hacia la cama—. Dame a Martina que la acostaré también.—No, quiero tenerlos conmigo —protestó.—Tienes toda la vida para tenerlos, y a ellos no le sirve una mamá a medias. —Milagros accedió.—Querrán comer, ¿y si no los escuchó?—Los monitores están dormidos, me llevaré uno a la cocina, si no los escuchas, te vendré a despertar.—¿D
Cuando ambos estuvieron solos nuevamente, Milagros le pidió que acostara a los pequeños en sus moises. Y cuando el hombre regresó a la cama se abalanzó sobre ella y comenzó a hacerle cosquillas por todo el cuerpo, especialmente en la cintura dónde ella más tenía. Después de tantos meses, el arquitecto no se había olvidado de aquel detalle. No se detuvo hasta que ella le pidió por favor que se detuviera. Alan se detuvo de a poco hasta que las cosquillas se volvieron caricias sobre el cuerpo de la pintora.Un rápido movimiento de Alan hizo que ella quedara entre sus brazos, la joven suspiró un tanto ahogada, lo que provocó que él quisiera saber que le sucedía.—¿Qué pasa Mili? —le susurró al oído.—Es que pensaba en la decisión que tomamos —respondió ella.—¿A qué te refieres? —Bajó la mirada para verla a los ojos—. ¿Te estás arrepintiendo?—No, no es eso. —Revoleó los ojos angustiada—. Es que de por sí las relaciones son complicadas cuando ambos viven en el mismo lugar, no puedo imagin
El ambiente se había tornado tenso alrededor de la pareja, Alan estaba incomodó por el silencio de ella, y los presentes estaban expectantes por una respuesta. Sara se preocupó por la tardanza de su amiga desde el lugar donde estaba y volteó a ver a Logan quien tenía el ceño profundo claramente confundido. Milagros no paraba de pestañear aturdida por la propuesta que acababan de hacerle. Solo pasaron unos segundos, pero su mente se llenó de tantos cuestionamientos que le fue imposible emitir una palabra con rapidez. Cerró los ojos respirando profundo y decidió abandonar su mente para guiarse por su corazón. Alan estaba por levantarse cuando ella emitió su primera palabra.—¡Sí! —indicó y pestañeó emocionada—. Sí, sí quiero casarme contigo.Alan se acercó con una gran sonrisa en los labios y la abrazó con intensidad. Mientras que Sara y Logan vitoreaban y se acercaban también junto a los mellizos para felicitar a la pareja. Luego de las felicitaciones ingresaron a la casa, los bebés pa