—Por mi parte yo solo empaco lo que voy a usar, eso sí, con la ropa acorde dependiendo a la ocasión, vengo a cuidar niños, ni modo que empaque vestidos y tacones. Necesito jaenes y tenis.Volvió a mirarme sonriendo de lado, no era la gran belleza, eso sí, era jodidamente macho, eso a mí me encanta, atractivo, bastante blanco, con un cuerpazo de vaquero de revista, me dan ganas de tocarlo se ve duro, evidenciaba las horas de ejercicio que hace, pude haberles dicho a su trasero tapas de leche, pero la verdad era que tenía un buen trasero, alto, deliro por los hombres altos. Llegamos al parqueadero.—Te llevaré a la casa de Cereza. —hace un tiempo me enteré de los apodos que tienen, el de él es horrible—. Ahí están todos. —pagó el parqueadero—. Cúbrete bien la nariz Renacuaja, el frío te puede hacer daño, no estás acostumbrada.—Gracias.Alzó la ceja ante mi respuesta cordial, no pude evitar sonreírle. Lo seguí hasta su camioneta, veo que ese era su estilo de autos. Una tremenda mujer, h
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