Todos los capítulos de Mi luna, la hija de mis enemigos.: Capítulo 21 - Capítulo 30
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21. ¡Ven acá, Audrey!
Audrey no podía estar más asqueada con la forma en que Alfred intentaba reproducir la cita que había tenido con Bleid, como si quisiera borrar el recuerdo del día anterior o tal vez sobreescribirlo, como si eso fuera posible.— Vayamos al laberinto mientras terminan de prepararnos la comida — dijo el hombre.Ella asintió con una sonrisa forzada y entró al laberinto con ese hombre, pero a diferencia del día anterior, mantuvo la distancia con él y se limitó a mostrarle la forma más fácil de llegar a la salida.— Ves, si mantienes tu mano tocando el seto de tu derecha, nunca te equivocas y llegas a la salida sin perderte — explicó ella, lo que menos se esperaba era Alfred la acorralara contra la pared de setos poco antes de ser capaz de salir de allí.— Creo que tú y yo deberíamos besarnos…— dijo Belucci rozando su nariz con la de ella, quien se quedó paralizada por un instante.Solo un par de segundos tardó Audrey en reaccionar y darle un fuerte rodillazo en la entrepierna.— Está bien
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22. Hoy podrás quitarte ese collar.
Si había algo que Gregory Vangelis odiaba, era la atracción que esas bestias inmundas sentían hacia su sangre, pero más que eso, la inevitable atracción que los Vangelis sentían por esas bestias y él no era una excepción.Pero a diferencia de su hermana, Gregory había sabido racionalizar ese impulso incontrolable y tomarlo como lo que era. Simple y puro sexo, sexo desquiciante al que no podía resistirse, que no podía igualarse con nada más.Y ahí estaba él, descargando su furia contra el cuerpo de su amante, quien gemía una y otra vez en cada nueva embestida que recibía de Gregory.Pero él no era suave, el ruido del choque de su pelvis contra el trasero del otro hombre se dejaba oír por toda la estancia y rivalizaba con los sonidos de placer que salían de sus bocas.Gregory se inclinó contra la espalda de su amante y lo mordió con fuerza mientras se derramaba en su interior para luego dejarse caer a su lado.Aquel hombre era tan solo un sucedáneo. Un lycan que conseguía ponérsela más
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23. Sal rápido.
Gregory maldijo cuando sus hombres empezaron a moverse, odiaba las complicaciones que el factor humano implicaba, no podía impedir que sus hombres hicieran su trabajo, ni tampoco dejarles que echaran por tierra sus planes para hacer que su hermana, de una vez por todas, dejara de soñar con unir su vida a una asquerosa bestia como lo era Wolfang.Pero no solo Gregory se encontraba odiando a los guardias, también Ravel, quien tenía que sacar a la chica de ahí y hacer que fuera hasta donde Bleid ya la estaba esperando con el sacerdote.—Piensa, piensa…— se recriminó Ravel, volteando a ver a Audrey que en esos momentos tenía sus bellos ojos grises abiertos, de lo asustada que estaba.—No te preocupes por favor… Nada impedirá que tú y Bleid se casen esta noche— Aseguró el brujo, viendo como la puerta del jardín que daba al exterior de la mansión, era dejada abierta por uno de los jardineros.—Mira…— le señaló la salida que los llevaría a la libertad de la mansión — la diosa de la fortuna p
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24. Sí, claro que quiero.
— Se quedó distrayendo a mi hermano para que no pudiera seguirnos — fue la única respuesta de la chica mientras entrelazaba sus finos dedos entre las hebras del cabello de Bleid — Vamos, me muero por ser tu esposa.—Yo también me muero por ser tu esposo y poder llamarte mía— respondió Bleid sosteniendo a su pequeña y traviesa luna que en ese momento parecía dispuesta a meterle prisa y lo había conseguido. Por lo que tras un par de besos y rozar su nariz con la de ella de manera cariñosa, los pasos de Bleid Wolfang se dirigieron de manera rápida hasta el interior de la capilla, donde ya los esperaba un sacerdote, junto a un par de monjas y monaguillos que empezaron a cantar lo que hizo que Bleid y la joven se disculparan por la forma que ambos habían entrado.—Perdón… — se disculpó Bleid, para después voltear y sonreír de manera traviesa a su joven prometida y susurrarle algo al oído.Gregory Vangelis, no tenía tiempo que perder, por lo que, tras alejar al tal Ravel amigo de la maldit
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25. Maldito carnicero.
— Parecen hechos para estar juntos — dijo Audrey quien sentía una extraña necesidad de que Bleid le pusiera el anillo en el dedo, no solo por sellar su compromiso, sino porque algo que no sabía explicar muy bien, hacía que deseara tenerlo.Bleid se sorprendió al ver el anillo que ella llevaba, efectivamente parecían el complemento del otro. Las cosas se volvían más extrañas por momentos.—Sí, así como tú y yo— menciono tomando la mano de su luna donde pondría la alianza.Ravel, estaba seguro de que Gregory no planeaba nada bueno, es más, que no lo echara él mismo de la mansión para irse rápidamente lo puso en alerta, por lo que tras ser echado por sus hombres, esa boda no debía pararse, los Wolfang y los Vangelis tenían que terminar de una vez por toda con su guerra.El brujo no tardó en convocar una sombra y hacerlo seguir, fue así como se dio cuenta de que era lo que planeaba. Su prioridad era llegar a ese lugar, lo que el maldito de Vangelis había pensado no solo separaría a Bleid
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26. Cállate, debemos salir de aquí
El lycan dejó de ir tras Audrey para ir contra el alfa, dentelladas y aullidos de dolor, al igual que gruñidos, era lo único que se escuchaba en el interior de esa capilla, donde un montón de fieles ya se encontraban rodeando el lugar, tratando de ver que ocurría, pero sin atreverse a entrar.Ravel apareció en el callejón contiguo de la capilla al mismo tiempo que el auto de Gregory Vangelis llegó a ese lugar. Fue verlo y todos los curiosos le abrieron el paso, implorando que acabara con lo que fuera que ocurría en el interior de la iglesia.Bleid podía sentir el leve rompimiento de afinidad del lazo que se había formado entre su luna y él, lo que hacía que no pudiera concentrarse como debería.Audrey estaba completamente bloqueada observando la cruda batalla que se gestaba entre esas dos bestias, tenía muy claro quien era Bleid. Él, a diferencia del primer monstruo, no resultaba grotesco, más bien hermoso, lleno de poder, quería que él ganara y, pese a todo, odiaba cada herida que e
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27. Corre más peligro si vas por ella.
Audrey se aferró a su hermano hecha un mar de lágrimas el cual no dejaba de fluir a través de sus bellos ojos, ayudándola a dejar salir ese miedo que tenía a causa de los sucesos recientes y que le estaban provocando mucho estrés e incertidumbre.— Lo siento, siento que te enteras así — mencionó Gregory apartándose levemente, para poder verse reflejado en esos ojos tan iguales a los suyos que poseía su pequeña hermana, mientras acunaba su rostro con cariñoSe sentía algo culpable al verla en ese estado, pero lo hacía por su bien, él sabía que su hermana no recibiría daño alguno y un susto como aquel era lo mejor para alejarla para siempre de Bleid Wolfang.Bleid, por otro lado, en ese momento tenía a su mejor amigo y socio tomado del cuello, furioso, por la forma que este había impedido que fuera tras Audrey.—¡Dame un motivo para que no te rompa, tu maldito cuello de una vez por todas!El brujo tenía claro que Bleid no estaba bromeando en cuanto a romper su cuello; sin embargo, parec
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28. Audrey… Mi bello ángel.
—Esto te va a doler— mencionó Ravel, una vez logró acercarse, el lobo solo asintió.—El dolor que me provocan esas heridas no es nada comparado con el dolor que se instauró en mi pecho.—Eso no es bueno— le respondió el brujo, quien tras terminar de curarlo se alejó — te ayudaré a verla, pero necesitas dejar de sangrar, la única manera es que me dejes usar uno de mis hechizos sobre ti.—Sabía que te gustaba, pero no a ese grado brujo.Ravel rodó sus ojos al escuchar que Wolfang bromeaba, eso significaba que todavía había una oportunidad para que todo volviera a su cauce.—No dejaré que utilices tu magia en mí, si realmente quieres ayudarme, debes hacer que yo entre a la mansión Wolfang y que la vea a ella, ella puede curarme, no sé cómo lo hace, pero sé que así es.El brujo asintió, soltando un suspiro mientras se llevaba las manos a su cabeza, despeinándose.Le había dicho que lo haría, pero pasado el tiempo no lograba ver cómo, si bien en ese momento se encontraba en una cabaña muy
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29. Ambos nos quemaremos…
Bleid lo sabía perfectamente por qué, aunque cuando fue encerrado era demasiado joven, el año después de escapar de la prisión donde lo tenían los Vangelis, viajó a Sicilia donde estuvo en una manada.Sintió por primera vez lo que era el celo de los iguales, como las feromonas sacaban la parte más primitiva de ellos, como se convertían en las bestias que realmente eran y se dejó llevar por la pasión experimentando lo que significaba ser un alfa, pero jamás sintió lo que sentía con ella, esa necesidad de protegerla, de cuidarla de atesorarla como el más valioso de los tesoros.Entre ellos no existía el celo, Audrey era humana, o algo así, ya cada vez lo tenía menos claro, le dijeron que un Alfa jamás podría sentirse completo sin una omega y ahí estaba él, sin añorar la pasión animal del celo, porque no lo necesitaba con ella, él la deseaba todo el tiempo, era mucho más que deseo, él moría de amor por ella, imaginar su vida sin su esposa ya no era posible.Aunque por un momento en ese a
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30. Ya no hay nada que pueda alejarnos.
Pero eso no importaba, no en ese momento que las caderas Bleid se bamboleaban impactando en el centro mismo de la joven, ahora su único miedo era ser él mismo el causante de su muerte y eso sería… No, él no quería pensar en eso, no en ese preciso momento que sus cuerpos parecían dos imanes atrayendo, una y otra vez, mientras sus cuerpos sudados, se frotaban uno contra otro, precipitando a ambos al vacío.— ¡Bleid!— Gimió Audrey al sentir como se precipitaba, como era imposible frenar la forma en que él placer se incrementó casi como una explosión, alcanzando su punto más alto y haciendo que el orgasmo se extendiera por todo su cuerpo mientras sus uñas se clavaban en la espalda de su esposo.Sentir esas uñas en su espalda era una delicia, al igual que esas pequeñas mordidas que ella le daba de vez en cuando, en ese momento Bleid se encontraba perdiendo el control de su cuerpo, la sensación de placer, de lujuria contenida, y sobre todo de pertenencia eran demasiado fuerte llevando al gr
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