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Todos los capítulos de Padre soltero busca mamá: Capítulo 51 - Capítulo 60
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Sin embargo, el reguero de pequeñas lágrimas que rápidamente baño sus mejillas mientras escuchaba a Edmond explicar cómo se veía él a través de sus ojos, fue superado rápidamente por una avalancha de emoción mientras ella luchaba por llegar a las palabras adecuadas para describir cómo que sentía por él en realidad.Pero él siguió hablando, y con cada palabra, se puso de pie más alto y fue menos destrozado mientras le decía, por primera vez, quién era y lo que ella significaba para él.Belinda tomó un pañuelo que tenía cerca y trató de contener el torrente de lágrimas mientras tomaba las medidas necesarias para cerrar la brecha entre ella y Edmond. Pasó sus manos arriba y abajo por los brazos de él mientras buscaba su voz y la valentía para mirarle directamente a los ojos mientras hablaba.Edmond, dejaste de ser un buen hombre el día que cogiste la autopista y diste la vuelta a tu vida para acoger a tu hijo. Un hombre cualquiera no hubiese hecho eso, y sé que tú vida no ha sido fácil.
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—No fue mi intención observarte tan de cerca. Pero… el día que te vi en la tienda… con el niño… no espero que me recuerdes, pero hablé contigo ese día. Te dije que tu pequeño me recordaba mucho a mi hijo cuando tenía esa edad.—Al principio no pensé nada. Pero, cuando saliste de la tienda estabas aparcada junto a mí y observe a tu pequeño y mientras éste esperaba a que le dejaras subir en la camioneta hizo esa cosa con su pelo, casi como si estuviera tirando y empujando de su cuero cabelludo, al mismo tiempo. Yo simplemente… recordé tan vívidamente a Edmond haciendo lo misma, y lo supe. Supe justo entonces, que era de Edmond y que tal vez Edmond estaba cerca. Así que te seguí a tu casa y ahí fue cuando vi a Edmond. Cuando llegó para recoger a su hijo. Le vi.—Caroline parecía tener una conversación por su propio beneficio en ese momento y Belinda miró a su alrededor con ansiedad, asegurándose de que había otra gente alrededor por si las cosas se ponía más extrañas de lo que ya eran.—
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Era un lugar muy confuso, el limbo en el que él y Belinda maniobraban. Pero incluso si Edmond hacía caso omiso, los sentimientos durante la vida real se lo recordaban. Primero fue Denise en el supermercado, y después la madre de Taylor cuando Edmond fue a recoger a Anthony en la escuela esa tarde. Desafortunadamente, o por suerte, Edmond no estaba tan seguro, esto último pasó delante de Belinda. El aula de la guardería era un mar de movimiento, mientras los padres abrigaban a sus hijos antes de llevarlos a fuera al tiempo casi comparable a un monzón con el aguacero de la tarde. Belinda está ocupada, padre tras padre le hacían distintas preguntas, pero no estaba tan ocupada como para no dedicarle una rápida sonrisa a Edmond como saludo mientras que, discretamente, él se acercaba a ella. Estaba a punto de alcanzarla cuando la madre de Taylor le interceptó. —Edmond, hola.— Su tono cortante y la forma en que ella lo observaba dejaron claro que ella no quería simplemente ofrecerle un s
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—¿En serio?— —Si.— —Vale.— Con la perspectiva de pasar la tarde con Belinda, a Edmond no le molestó ir a Port Angeles el viernes. Afortunadamente, para Belinda, ella no le indicó mal. Encontraron unas literas de pino en el Ejército de Salvación, y el dueño fue lo suficientemente amable para reservárselas durante una hora mientras iban a Windfall para ver si tenían algo mejor. Fue como si estuviera allí en la tienda, esperándoles. O, más bien, esperando a Anthony. Edmond y Belinda caminaron directamente hacía ella, mientras buscaban a través de la pequeña, estrecha y llena tienda. —Hey, Edmond, ¿de que tamaño es tú cama?— Belinda preguntó mientras permanecía de pie ante un cabecero de aspecto masculino de hierro forjado y madera. Edmond se acercó y se detuvo junto a ella y miró el artículo. A decir verdad, le importaba más bien poco si su cama tenía cabecero o no. Ni siquiera tenía sábanas. —’Queen’, creo—, respondió, no obstante. —Hmm,— Belinda golpeó su dedo índice contra su
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—Todavía no me puedo creer que ella te vaya a dar las llaves,— Jayden sacudió su cabeza con asombro mientras vaciaba el contenido de uno de los cajones de la cocina de Edmond en una caja. Edmond simplemente se encogió de hombros y trató de ocultar la sonrisa que amenazaba con aparecer en su cara. —¿Ella? ¿Quieres decir Belinda?— Ariana apareció por la esquina con los ojos muy abiertos. —¿Te ha dado las llaves de su apartamento?— Edmond se cerró inmediatamente, y cuando él no respondió, Ariana se volvió hacia Jayden. —Incluso mejor,— dijo Jayden. —Las desu camioneta.— Ariana se burlado abiertamente. —Por supuesto un hombre se preocupa más por un vehículo que por algo como el compromiso que implican las llaves de la puerta principal. Debería haberlo sabido antes de hacerme ilusiones.— —Hey… sólo la ha besado,— agregó Jayden. —No puedes esperar que le de ya las llaves de casa.— —¿Qué?— Ariana se volvió hacia Edmond. —¡Hey!— Edmond le lanzó a Jayden una mirada de mala gana antes d
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—Márchate, hombre. Nosotros nos encargamos del resto,— dijo Ernest acercándose ruidosamente por detrás de Edmond. —Quería al menos dejar la habitación de Anthony lista antes de salir esta noche,— dijo Edmond. —¿Estás bromeando?,— Jayden le había oído y entró en la habitación con un plátano a medio comer en la mano. —Ariana está allí. Todo estará desempaquetado y guardado antes de que llegues.— Edmond cedió y se dispuso a salir de su apartamento. Hizo una revisión más a su habitación, asegurándose de que no se dejaba nada atrás, y fue entonces cuando se dio cuenta de que Gus, todavía en la caja de zapatos, estaba en la parte superior del armario. —Oh, me olvidé de tirar eso,— dijo Ernest mientras observaba Edmond recoger la caja poniéndola bajo su brazo. —Gracias a Dios que no lo has hecho. Anthony quiere a esta cosa en los momentos más extraños. Y tengo la sensación de que la primera noche en un lugar nuevo podría ser uno de esos momentos.— Cuando vio la mirada inquisitiva en la
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—Lo siento. No tenía intención de convertir esto en una conferencia entre padre y maestra,— dijo Belinda cuando estuvieron solos de nuevo.—No lo has hecho,— la tranquilizó Edmond. —Hablaré con el respecto a lo de —papá—. Y creo que yo también era un poco solitario, de pequeño. No tuve realmente fiestas de cumpleaños. Tuve lo que mi madre llamaba —actividades de cumpleaños—. Que consistían en un amigo y yo yendo al cine o algo así. Yo tampoco interactuaba bien con más de una persona a la vez.—Edmond se dio cuenta de que Belinda se puso tensa por algo que había dicho y se movió en su asiento inquieta mirando a su alrededor buscando su bolso, como si pensara que lo había extraviado. Cuando lo vio, justo donde lo había colocado, en la silla a su lado, ella lo movió un poco antes de mirar a Edmond.—Tengo que decirte algo,— dijo en un suspiro.Aquí viene. Edmond se preparó para el discurso de tengo-un-novio-en-otra-ciudad. O el sermón no-creo-esto-sea-muy-buena-idea. O, su favorito perso
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—Cuando de niño, te despiertas de una pesadilla, sólo para darte cuenta de que la pesadilla era mejor que la realidad, las cosas que se mueven y murmuran en los rincones oscuros ya no parecen tan importantes.— Edmond se apoyó en la barandilla de la pasarela, y sus ojos no mostraron emoción alguna mientras miraban hacia el agua oscura.—Suena aterrador, Edmond,— dijo Belinda en voz baja, reafirmando que le había oído.—No tienes ni idea,— indicó. —Preferiría un bosque oscuro y lleno de aullidos a las habitaciones atestadas de niños desesperados por sobrevivir cualquier día.—La mente de Belinda corrió cogiendo los pedacitos de información que Edmond iba dándole. Una realidad peor que una pesadilla… habitaciones atestadas… niños… desesperados por sobrevivir.Sonaba como un…—¿Un reformatorio de menores?— Belinda preguntó asegurándose de que su voz no tuviese un tono acusador.Edmond abiertamente se burló de la frase. —No. Los reformatorios son para los que han tenido la suerte de ser co
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—¿Es eso lo que quieres?— Belinda preguntó, tratando de sacarle a Edmond sus intenciones. —Creo que está bastante claro lo que quiero, Belinda.— Belinda no pudo contener la risa. —Sí… supongo que has dejado algunas pistas por el camino. — —¿Qué se supone que significa eso?,— Edmond se inclinó hacia atrás de modo que ella pudo ver que estaba sonriendo. —Bueno… y tal vez me equivoque, pero ¿recuerdas la primera vez que me pediste que cuidara de Anthony? ¿Cuándo fuiste a la empresa de servicios públicos y me llevé a Anthony a casa conmigo del colegio? — —¿Sí?— —Bueno… sabías mi dirección. Y trataste de cubrirte diciendo que la cogiste del listado, solo que yo, intencionadamente no puse mi dirección en el directorio. Por lo que supe que habías hecho algún tipo de esfuerzo para conseguirla.— —¿Y si simplemente oí, por casualidad, a alguien decir donde vivías?— —Nadie sabe donde vivo—. —Ariana si.— Belinda estiró el cuello para mirarle a la cara. De inmediato notó la expresión bur
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Mientras Belinda caminaba lentamente por su apartamento, comenzó a notar las cosas en su casa que estaban desatendidas. Había polvo en la estantería, un montón de correo en la mesa, ¡no había conciliado el estado de su cuenta bancaria! La alfombra no se había aspirado al menos en dos semanas; Belinda normalmente aspiraba cada tres días. Y cuando entró en la cocina y vio la luz parpadeante de los mensajes del contestador, se dio cuenta de otra cosa que había olvidado: Acción de Gracias. —Belinda, ya que no he oído nada de ti, papá y yo no estábamos seguros de si ibas a venir por Acción de Gracias. Te he llamado varias veces e incluso por correo electrónico. ¿Dónde estás? Estoy preocupada. Llámame. Tengo noticias.— Belinda no sabía qué le molestaba más, si el hecho de que realmente no quería ir a casa por Acción de Gracias o el hecho de que su madre —tuviese noticias—. Las noticias de Berenice Gardener nunca habían sido algo bueno. El teléfono sonó cuando Belinda había tomado sólo l
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