—Lo siento. No tenía intención de convertir esto en una conferencia entre padre y maestra,— dijo Belinda cuando estuvieron solos de nuevo.—No lo has hecho,— la tranquilizó Edmond. —Hablaré con el respecto a lo de —papá—. Y creo que yo también era un poco solitario, de pequeño. No tuve realmente fiestas de cumpleaños. Tuve lo que mi madre llamaba —actividades de cumpleaños—. Que consistían en un amigo y yo yendo al cine o algo así. Yo tampoco interactuaba bien con más de una persona a la vez.—Edmond se dio cuenta de que Belinda se puso tensa por algo que había dicho y se movió en su asiento inquieta mirando a su alrededor buscando su bolso, como si pensara que lo había extraviado. Cuando lo vio, justo donde lo había colocado, en la silla a su lado, ella lo movió un poco antes de mirar a Edmond.—Tengo que decirte algo,— dijo en un suspiro.Aquí viene. Edmond se preparó para el discurso de tengo-un-novio-en-otra-ciudad. O el sermón no-creo-esto-sea-muy-buena-idea. O, su favorito perso
—¿Vamos eh… a entrar ahí?— Belinda dijo, su voz desafiaba la confianza que estaba tratando mostrar con tanta diligencia.—Claro,— Edmond asintió. —¿No has estado aquí nunca de noche?——No,— contestó Belinda sólidamente.Edmond le tendió la mano, y ella la aceptó sin dudarlo. La condujo hacia una estrecha carretera asfaltada que por lo general estaba poblada por ciclistas durante el día.Pero por la noche, estaba desolada y vacía.Un búho se oyó a lo lejos y Belinda se sobresaltó con el ruido. Edmond se rió por lo bajo mientras ella soltaba su mano de la suya y la apoyaba fuertemente en la articulación del codo. Cerró el espacio entre ellos y se inclinó hacia su costado.—¿Viste eso?— Belinda preguntó mientras se detuvo de repente señalando a una sombra que se movía justo delante de ellos.—Tranquilízate, Belinda. Es sólo un gato,— rió Edmond.—¿Cómo sabes que es un gato? No puedes verlo mejor que yo,— le dijo Belinda.Cuando Edmond no respondió nada, Belinda se contuvo por temor a que
—Cuando me dijo que estaba embarazada la última vez… supongo que pude decir que era verdad. Parecía asustada y… me dijo que no quería ningún tipo de recordatorio de nuestra relación. Ella dijo que —se había encargado de ello— y eso fue todo.— —¿Te dijo que tuvo un aborto?— dijo Belinda conteniendo el aliento. Edmond asintió. —A veces es muy difícil mirar a Anthony sabiendo que envié a su madre el dinero para deshacerse de él,— suspiró Edmond. —Estoy tan harto de sentirme culpable.— —Y no deberías,— le dijo Belinda rápidamente. —Sean cuales sean tus pensamientos sobre el aborto, todo el mundo sabe que hasta que el bebé nace, una madre puede tomar cualquier elección que ella quiera.— —Sí, pero yo no tenía que pagar por ello,— dijo Edmond justo antes de maldecir en voz baja. —Bueno, no lo hiciste. Afortunadamente,— dijo Belinda, para aligerar el estado de ánimo. Ella mantuvo la mirada dirigida hacia el agua debajo de ella, a pesar de que los sonidos de la misma daban más pruebas de
Belinda dio un paso hacia Edmond hasta que no hubo espacio entre ellos. —Gracias por una noche encantadora. Lo pasé muy bien contigo,— dijo antes de besarle suavemente en los labios.Edmond le devolvió el beso antes de susurrar su agradecimiento. —Y gracias… por… ya sabes.—Belinda frunció el ceño ligeramente. No sabía a que se refería.—Por no preguntar sobre lo que pasa con mi madre. Sé que lo quieres saber… y yo quiero contártelo. Es que… no puedo. No en este momento— aclaró.Belinda frotó su hombro para tranquilizarle. —No te presionaré para que hables antes de estar listo, pero cuando lo estés, estaré aquí para ti. Y si Caroline trata de encontrarme de nuevo, voy a… bueno no tengo ni idea de lo que haré, pero no hablaré con ella.—Edmond asintió rígidamente y Belinda supo que el tema estaba zanjado. Después de un último beso, cruzó el aparcamiento hasta su camioneta y se metió dentro.Esa noche, mientras yacía en su cama reflexionando sobre la noche, sus pensamientos finales esta
El temor en la voz de Ariana desarmó a Belinda. —¿Está bien?— preguntó Belinda con remordimiento. —Quizá debería dejar que te lo diga ella. Realmente… debe salir de ella,— insistió Ariana. —Oh, ¿Ahora eres un cotilla reformada?— Belinda la reprendió. Ariana soltó una risita. —Hey, ¡estoy intentándolo!— Pero entonces el humor dejó su voz y añadió: —Pero no seas demasiado dura durante mucho tiempo acerca de la elección que hizo en relación con Derek y Ernest. Yo… creo que ha aprendido su lección en cuanto a eso.— —¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Le ha hecho algo Derek?— preguntó Belinda. —Realmente no puedo hablar ahora,— Ariana susurró. Claro. Ernest. Era más que probable que ya estuviera frente al televisor viendo cualquier programa deportivo. —Entendido,— dijo Belinda abstractamente. Su mente estaba con Camille y lo que posiblemente estuviese pasándole. —Hey, tengo que irme, pero primero tienes que decirme por qué contestaste al teléfono con una disculpa,— estipuló Ariana. —Oh, pensé
—Es, eh… todo tuyo,— Ariana le dio unas palmaditas a Edmond en el brazo mientras caminaba hacia la puerta principal. —¡Buenas noches, Anthony!— dijo por encima del hombro.—Espera un momento,— Edmond intentó detenerla. —¿Ocurrió algo? ¿Se portó mal o algo así?——No, se portó genial—, contestó Ariana con ojos huidizos. —Pero te no voy a mentir, estoy cansadísima. Tiene más energía que una aquel edificio de energía nuclear.——Hmm,— Edmond murmuró. Eso no sonaba como Anthony. Por lo general era bastante apagado, contentándose con sumergirse en un proyecto que no incluía a otros.Cuando Edmond entró en el salón, hacia el sonido del televisor a todo volumen, oyó a Ariana abrir la puerta de entrada, y después de prometer llamar a Belinda para obtener todos los detalles en directo de su cita, se había ido.—¿Anthony?— Edmond se acercó a él con cautela.Anthony se volvió hacia el sonido y luego se centró en Edmond, sostenía un Pixy Stix abierto en cada mano.—¡Estás aquí!— exclamó con una can
—No, mi mamá no está en el cielo,— Edmond precipitó sus palabras. —Pero yo no vivía con mis padres cuando era un niño. No tenía a mi mamá o mi papá, pero no es igual para ti. Tienes… a tu papá. Me tienes a mí. Y donde quiera que yo esté, a partir de ahora, esa es tú casa. Nunca te voy a dejar, Anthony. ¿De acuerdo? Ahora que nos hemos encontrado el uno al otro…— Edmond bajó el volumen preguntándose cuánto de lo que estaba diciendo en realidad era comprendido. —¿Me conociste cuando era un bebé?— Anthony preguntó en voz baja. —Eh… no.— Edmond estaba decepcionado por tener que responder a esa pregunta de esa manera. —Entonces, ¿cómo sabes que eres mi papá?— Edmond nunca había considerado siquiera la idea de que, a diferencia de él, Anthony no había recibido ninguna prueba concreta de que Edmond era quien decía ser. Mientras que Edmond recibió pruebas de ADN y análisis de sangre, por no mencionar una historia que corroboraba la realidad; Anthony había sido simplemente llevado de aquí
Edmond estaba cansadísimo de toda esa culpabilidad. Había vivido con ella durante casi trece años, cada segundo de cada día, y aceptó esa sentencia como penitencia por lo que había hecho. Pero ahora que estaba empezando a fluir en la vida de aquellos que le importaban, y manchaba sus experiencias, no era tan fácil de soportar. Y aunque Edmond sabía que la situación de Anthony era muy diferente a la suya, no podía dejar de sentirse responsable, de alguna manera, por el giro de los acontecimientos que habían llevado la vida de su hijo por un camino similar demasiado pronto en su corta vida. Edmond sabía que tenía que preguntarle a Anthony sobre su experiencia en los hogares de acogida, pero sabía que no podría soportar si Anthony hubiese sido tratado mínimamente de la misma forma que había sido tratado Edmond. —No es mi jodida culpa— susurró Edmond al papel arrugado segundos después, cuando estaba de pie frente a él, sin ser consciente de haber hecho el esfuerzo de caminar de vuelta h