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—¿En serio?—

—Si.—

—Vale.—

Con la perspectiva de pasar la tarde con Belinda, a Edmond no le molestó ir a Port Angeles el viernes. Afortunadamente, para Belinda, ella no le indicó mal. Encontraron unas literas de pino en el Ejército de Salvación, y el dueño fue lo suficientemente amable para reservárselas durante una hora mientras iban a Windfall para ver si tenían algo mejor.

Fue como si estuviera allí en la tienda, esperándoles. O, más bien, esperando a Anthony.

Edmond y Belinda caminaron directamente hacía ella, mientras buscaban a través de la pequeña, estrecha y llena tienda.

—Hey, Edmond, ¿de que tamaño es tú cama?— Belinda preguntó mientras permanecía de pie ante un cabecero de aspecto masculino de hierro forjado y madera.

Edmond se acercó y se detuvo junto a ella y miró el artículo. A decir verdad, le importaba más bien poco si su cama tenía cabecero o no. Ni siquiera tenía sábanas.

—’Queen’, creo—, respondió, no obstante.

—Hmm,— Belinda golpeó su dedo índice contra su
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