—Cuando de niño, te despiertas de una pesadilla, sólo para darte cuenta de que la pesadilla era mejor que la realidad, las cosas que se mueven y murmuran en los rincones oscuros ya no parecen tan importantes.— Edmond se apoyó en la barandilla de la pasarela, y sus ojos no mostraron emoción alguna mientras miraban hacia el agua oscura.—Suena aterrador, Edmond,— dijo Belinda en voz baja, reafirmando que le había oído.—No tienes ni idea,— indicó. —Preferiría un bosque oscuro y lleno de aullidos a las habitaciones atestadas de niños desesperados por sobrevivir cualquier día.—La mente de Belinda corrió cogiendo los pedacitos de información que Edmond iba dándole. Una realidad peor que una pesadilla… habitaciones atestadas… niños… desesperados por sobrevivir.Sonaba como un…—¿Un reformatorio de menores?— Belinda preguntó asegurándose de que su voz no tuviese un tono acusador.Edmond abiertamente se burló de la frase. —No. Los reformatorios son para los que han tenido la suerte de ser co
—¿Es eso lo que quieres?— Belinda preguntó, tratando de sacarle a Edmond sus intenciones. —Creo que está bastante claro lo que quiero, Belinda.— Belinda no pudo contener la risa. —Sí… supongo que has dejado algunas pistas por el camino. — —¿Qué se supone que significa eso?,— Edmond se inclinó hacia atrás de modo que ella pudo ver que estaba sonriendo. —Bueno… y tal vez me equivoque, pero ¿recuerdas la primera vez que me pediste que cuidara de Anthony? ¿Cuándo fuiste a la empresa de servicios públicos y me llevé a Anthony a casa conmigo del colegio? — —¿Sí?— —Bueno… sabías mi dirección. Y trataste de cubrirte diciendo que la cogiste del listado, solo que yo, intencionadamente no puse mi dirección en el directorio. Por lo que supe que habías hecho algún tipo de esfuerzo para conseguirla.— —¿Y si simplemente oí, por casualidad, a alguien decir donde vivías?— —Nadie sabe donde vivo—. —Ariana si.— Belinda estiró el cuello para mirarle a la cara. De inmediato notó la expresión bur
Mientras Belinda caminaba lentamente por su apartamento, comenzó a notar las cosas en su casa que estaban desatendidas. Había polvo en la estantería, un montón de correo en la mesa, ¡no había conciliado el estado de su cuenta bancaria! La alfombra no se había aspirado al menos en dos semanas; Belinda normalmente aspiraba cada tres días. Y cuando entró en la cocina y vio la luz parpadeante de los mensajes del contestador, se dio cuenta de otra cosa que había olvidado: Acción de Gracias. —Belinda, ya que no he oído nada de ti, papá y yo no estábamos seguros de si ibas a venir por Acción de Gracias. Te he llamado varias veces e incluso por correo electrónico. ¿Dónde estás? Estoy preocupada. Llámame. Tengo noticias.— Belinda no sabía qué le molestaba más, si el hecho de que realmente no quería ir a casa por Acción de Gracias o el hecho de que su madre —tuviese noticias—. Las noticias de Berenice Gardener nunca habían sido algo bueno. El teléfono sonó cuando Belinda había tomado sólo l
—Lo siento. No tenía intención de convertir esto en una conferencia entre padre y maestra,— dijo Belinda cuando estuvieron solos de nuevo.—No lo has hecho,— la tranquilizó Edmond. —Hablaré con el respecto a lo de —papá—. Y creo que yo también era un poco solitario, de pequeño. No tuve realmente fiestas de cumpleaños. Tuve lo que mi madre llamaba —actividades de cumpleaños—. Que consistían en un amigo y yo yendo al cine o algo así. Yo tampoco interactuaba bien con más de una persona a la vez.—Edmond se dio cuenta de que Belinda se puso tensa por algo que había dicho y se movió en su asiento inquieta mirando a su alrededor buscando su bolso, como si pensara que lo había extraviado. Cuando lo vio, justo donde lo había colocado, en la silla a su lado, ella lo movió un poco antes de mirar a Edmond.—Tengo que decirte algo,— dijo en un suspiro.Aquí viene. Edmond se preparó para el discurso de tengo-un-novio-en-otra-ciudad. O el sermón no-creo-esto-sea-muy-buena-idea. O, su favorito perso
—¿Vamos eh… a entrar ahí?— Belinda dijo, su voz desafiaba la confianza que estaba tratando mostrar con tanta diligencia.—Claro,— Edmond asintió. —¿No has estado aquí nunca de noche?——No,— contestó Belinda sólidamente.Edmond le tendió la mano, y ella la aceptó sin dudarlo. La condujo hacia una estrecha carretera asfaltada que por lo general estaba poblada por ciclistas durante el día.Pero por la noche, estaba desolada y vacía.Un búho se oyó a lo lejos y Belinda se sobresaltó con el ruido. Edmond se rió por lo bajo mientras ella soltaba su mano de la suya y la apoyaba fuertemente en la articulación del codo. Cerró el espacio entre ellos y se inclinó hacia su costado.—¿Viste eso?— Belinda preguntó mientras se detuvo de repente señalando a una sombra que se movía justo delante de ellos.—Tranquilízate, Belinda. Es sólo un gato,— rió Edmond.—¿Cómo sabes que es un gato? No puedes verlo mejor que yo,— le dijo Belinda.Cuando Edmond no respondió nada, Belinda se contuvo por temor a que
—Cuando me dijo que estaba embarazada la última vez… supongo que pude decir que era verdad. Parecía asustada y… me dijo que no quería ningún tipo de recordatorio de nuestra relación. Ella dijo que —se había encargado de ello— y eso fue todo.— —¿Te dijo que tuvo un aborto?— dijo Belinda conteniendo el aliento. Edmond asintió. —A veces es muy difícil mirar a Anthony sabiendo que envié a su madre el dinero para deshacerse de él,— suspiró Edmond. —Estoy tan harto de sentirme culpable.— —Y no deberías,— le dijo Belinda rápidamente. —Sean cuales sean tus pensamientos sobre el aborto, todo el mundo sabe que hasta que el bebé nace, una madre puede tomar cualquier elección que ella quiera.— —Sí, pero yo no tenía que pagar por ello,— dijo Edmond justo antes de maldecir en voz baja. —Bueno, no lo hiciste. Afortunadamente,— dijo Belinda, para aligerar el estado de ánimo. Ella mantuvo la mirada dirigida hacia el agua debajo de ella, a pesar de que los sonidos de la misma daban más pruebas de
Belinda dio un paso hacia Edmond hasta que no hubo espacio entre ellos. —Gracias por una noche encantadora. Lo pasé muy bien contigo,— dijo antes de besarle suavemente en los labios.Edmond le devolvió el beso antes de susurrar su agradecimiento. —Y gracias… por… ya sabes.—Belinda frunció el ceño ligeramente. No sabía a que se refería.—Por no preguntar sobre lo que pasa con mi madre. Sé que lo quieres saber… y yo quiero contártelo. Es que… no puedo. No en este momento— aclaró.Belinda frotó su hombro para tranquilizarle. —No te presionaré para que hables antes de estar listo, pero cuando lo estés, estaré aquí para ti. Y si Caroline trata de encontrarme de nuevo, voy a… bueno no tengo ni idea de lo que haré, pero no hablaré con ella.—Edmond asintió rígidamente y Belinda supo que el tema estaba zanjado. Después de un último beso, cruzó el aparcamiento hasta su camioneta y se metió dentro.Esa noche, mientras yacía en su cama reflexionando sobre la noche, sus pensamientos finales esta
El temor en la voz de Ariana desarmó a Belinda. —¿Está bien?— preguntó Belinda con remordimiento. —Quizá debería dejar que te lo diga ella. Realmente… debe salir de ella,— insistió Ariana. —Oh, ¿Ahora eres un cotilla reformada?— Belinda la reprendió. Ariana soltó una risita. —Hey, ¡estoy intentándolo!— Pero entonces el humor dejó su voz y añadió: —Pero no seas demasiado dura durante mucho tiempo acerca de la elección que hizo en relación con Derek y Ernest. Yo… creo que ha aprendido su lección en cuanto a eso.— —¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Le ha hecho algo Derek?— preguntó Belinda. —Realmente no puedo hablar ahora,— Ariana susurró. Claro. Ernest. Era más que probable que ya estuviera frente al televisor viendo cualquier programa deportivo. —Entendido,— dijo Belinda abstractamente. Su mente estaba con Camille y lo que posiblemente estuviese pasándole. —Hey, tengo que irme, pero primero tienes que decirme por qué contestaste al teléfono con una disculpa,— estipuló Ariana. —Oh, pensé