Salieron del restaurante y, en la calle mal iluminada, una oscura sombra se abalanzó sobre ella de repente, haciéndola gritar de miedo. Con la misma brusquedad, Alek se interpuso entre ella y el presunto asaltante y dijo algo que sonó a blasfemia. En el posterior altercado, Lisa tuvo la sensación de que salían hombres de todas partes y, sin saber cómo, terminó en la puerta del restaurante, sin aliento y asustada, con el corazón acelerado mientras veía como Alek ponía al hombre contra la pared de manera amenazadora. Su jefe de seguridad, también había intervenido y parecía estar discutiendo con Alek. Este parecía muy enfadado y zarandeaba al otro hombre, que parecía aterrado, como si fuese un idiota. Lo soltó con desprecio y se volvió a buscar a Lisa.—¿Estás bien? —le preguntó.—Me ha asustado... Eso es todo —balbució ella.—Me ha parecido ver que llevaba una navaja —le contó Alek, conduciéndola hasta la limusina, donde la puerta ya los esperaba abierta—, pero era solo una cámara de f
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