—Max...Eso fue más que suficiente para él, la mención de su nombre en ese delicioso jadeo le desquició. El beso se enervó, sus manos apretaron sus senos por encima de la ropa, buscando el borde de la blusa sin esperar que el mundo se acabara.Carla alzó sus brazos, se dejó hacer, arrobada por sus caricias, necesitándolas como lluvia en el desierto. Tuvo que jadear, alzar su rostro como si quisiera sacar la cara de un mar embravecido. Los labios maestros de Bastidas, ardiendo, prendiendo fuego sobre sus pechos, quemando el medio de ellos, entre sus costillas, sobre su abdomen, levantando la pieza superior del traje de baño y liberando esas tiernas aureolas inhiestas, evidencias de todo lo que ocurría.Carla apoyó un pie en el suelo, dejando que entre los dos bajaran ese leggins que ella se colocó para ir a nadar en la pileta techada hace un rato, arrastrando consigo el bikini del bañador dorado, dejándola sin nada debajo, dejándola en una desnudez parcial que bastó para los dos.Las f
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