Luego de salir de todo ese tumulto, llevé a Bel hacia la mesa de mis padres, dónde nuestros asientos nos esperaban.— ¡Anabel! Querida, estás preciosa. — Se levantó mi madre de su asiento y le estampó un beso en la mejilla.— Gracias. — Contesto Bel, algo sonrojada. Las dos tomaron asiento, yo tomé mi puesto junto a Bel.— Linda, desde hacía rato quería disculparme contigo, hemos sido unos terribles anfitriones con nuestra nuera. — Mi madre le hablaba de cerca, al tiempo que pasaba su mano por el brazo de Anabel.— No, está bien, entiendo. — Bel le sonrió con ternura, seguía sonrojada.— No, no, no. Con este trajín de la fiesta no he podido atenderte como se debe. Te lo compensaré.— No es necesario. — Respondió sonriendo.Por un buen rato, mis padres se enfocaron en Bel, preguntando sobre su vida y contándole anécdotas algo vergonzosas de mi infancia. Esas historias que siempre me han molestado, que cuenten y me han avergonzado, en esta ocasión, me entretenían, incluso, entre risas,
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