Al día siguiente, Adeline estaba acostada en su cama con una expresión de insatisfacción total. Junto a ella se encontraba Ashal, quien dormía plácidamente, agarrando con fuerza su mano, como si fuera un niño que solo puede dormir con su osito de peluche. «¿Cómo acabamos así?», pensó la frustrada mujer, al tiempo que recordaba lo ocurrido la noche anterior. Luego de que Ashal mencionara con una expresión perversa que quería “ver de lo que ella era capaz”, en ese momento la joven imaginó que finalmente había llegado la hora en que sus bajas pasiones serían satisfechas. El emperador la miró fijamente, para después acercarse peligrosamente a la cama. Adeline se preparó mentalmente para el ataque, al tiempo que su mente intentaba recordar si su cuerpo estaba listo. «¡Carajo! Tanto que había soñado con esto, que ahora me preocupa no haberme puesto suficiente loción, siento que apesto. Espero que Ashal no lo note, digo, haremos algo que definitivamente nos hará sudar», pensó ansiosa. Cu
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