Evangeline le agradeció por haberle devuelto los guantes, así que él no estaba equivocado si era la dama misteriosa que había escapado despavorida ese día. La conversación continuó amenamente, hablaron de nimiedades, nada profundo pero fue una conversación muy agradable, incluso se rieron de vez en cuando. La señorita Evangeline era amable, cálida y sencilla, pero no una sencillez desaliñada, no se refería a eso, era como una brisa suave que te refresca en un día de calor, eso era ella. No obstante, llegó el momento de la despedida, la acompañó hasta la salida de la plaza mientras él sostenía a John en brazos, quien mostraba señales de estar dormitando en su pecho.‒ Que tengo un buen regreso, milord ‒ dijo ella con una sonrisa recatada, le sorprendía sobremanera verla tan calmada, sabiendo que de un momento a otro ella podría ser fuego ardiendo ‒. Recuerde no darle objetos pequeños al señorito John ‒ sonrió, asomándose para ver la carita de su hijo.‒ Usted también, señorita Evangeli
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