La felicidad de mi hija, no se comparaba con nada, y a pesar de que, a cada rato, me recordaba que el hombre sentado en una de las sillas de mi cocina, era no solo mi jefe, sino el hombre más importante de todo el país y del mundo, trataba de mantenerme serena, aunque por dentro estallaba de emoción, como una adolescente. Se mostraba bastante cómodo, mientras hablaba de cosas sin sentido tanto con Maga y con mi madre, mientras yo, preparaba un zumo de naranja, para beber. —Entonces… ¿Qué hace un hombre poderoso como tú, acompañando a mi hija y a mi nieta, hasta la casa? —¡Mamá! —exclamo avergonzada. —¡¿Qué tiene de malo que pregunte?! Al fin de cuentas, no tienes experiencia con los hombres. —Nuestra relación es meramente profesional —respondo tajante—. Y ese, es un tema personal. No debes gritarlo a los cuatro vientos. El señor Wright, me observaba de forma meticulosa, y a su vez, intentaba ocultar la sonrisa en sus labios, quizás, para no hacerme sentir más avergonzada de lo qu
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