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Todos los capítulos de Venganza del Destino: Capítulo 31 - Capítulo 40
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Causas y factores.
Hasta que Isabella no se dejó hacer todos los chequeos necesarios por el doctor, Maximiliano no se retiró a su aposento a vestirse adecuadamente para ir a la empresa y a pesar de que ella quiso refunfuñar, hastiada decidió que mientras él se fuera por unas cuantas horas haría lo que fuera, ya que sentía que con el allí presente le costaba respirar con fluidez.«Si quiero adelantar mi plan, quedarme en casa haciéndola de niñera responsable, no me ayuda en nada», analizó ansiosa, caminando de un lado a otro viendo al cielo a través de los ventanales de cristal.—Eso es lo que debo hacer, fingiré que voy a trabajar, porque aquí no gano nada— murmuró y cuando avanzó varios pasos para dirigirse a su habitación se encontró de frente con Maximiliano, que salía ya listo, tan elegante como de costumbre.—Te dejo a mi hijo cuídalo bien— le volvió a decir con una pizca de emoción que debió ocultar porque eso que estaba ocurriendo es lo que siempre deseó; sin embargo, estaba sucediendo porque él
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Un intercambio poco agradable.
Maximiliano seguía sin poder descubrir lo que había sucedido con Isabella desde aquella noche que lo dejó, bien entiende que en parte tuvo culpa porque le pidió descaradamente ser su amante, conociendo bien la importancia que tiene un matrimonio para una mujer, y más para una que no tenía a nadie más que a él, quien se supone que debía ofrecerle y asegurarle un buen futuro. En cambio, le ofreció algo incierto y vacío y se lamenta porque supone que gracias a eso ella se volvió interesada; sin embargo, no justifica que utilizara a su hijo, porque esa noche de haberle dicho que esperaba un hijo suyo, él no hubiera renegado a ser padre y a formar una familia a su lado, pero ella lo que hizo fue hablar a medias y por tal razón siente que es maliciosa.—Estuve con ella, pero nunca la conocí; nunca conocí quien es Isabella, ni lo que pasaba por su mente. Simplemente era una mujer dulce que escondía algo, como una tortuga que esconde su espalda con un caparazón y si tiene cicatrices o joroba
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Un recuerdo que lo cambia todo.
Isabella estaba sorprendida porque el plan que tenía cuando aceptó tomar una siesta junto a Emiliano era fingir que iba a dormir hasta que él lo hiciera, pero la que terminó durmiendo en lugar del infante fue ella. Aún se estaba tallando los ojos y cuando escuchó la puerta principal ser abierta, soltó un bufido de hastío:—¡Ya regresó!—Las horas sin él fastidiando pasan demasiado rápido— se quejó mientras cerraba los ojos y minutos después decidió salir de su aposento encontrando que en la sala de estar no había absolutamente nadie, pero se quedó con la mirada fija en unos documentos que Maximiliano había dejado sobre la mesa de té y tanta fue su curiosidad que no tardó en tomar la carpeta.Con rapidez comenzó a hojear cada página mientras veía hacia el pasillo, que da hacia la habitación de invitados; sin embargo, en el momento que se concentró Maximiliano estaba frente a ella, con una toalla envuelta en la cintura y otra en la mano derecha con la cual estaba secando su cabello.—¿
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Amabilidad fingida.
Isabella les contó que la persona que la estaba siguiendo y quién asegura que le cerró la puerta en la azotea fue Marián, la ex asistente de Oliver, la misma chica que la cuido en el hospital, y de la que no esperaba tal cosa porque se comportó muy bonito y hasta cierto punto amable, razón por la que le costaba asimilar que ciertamente ella quisiera lastimarla y a Emiliano. Porque a pesar de que el primer día tuvieron un inconveniente, al menos luego lo resolvieron, aunque Oliver la despidió de todos modos.—¿¡Cómo olvidaste algo tan importante!?— le recriminó Oliver tomando la misma actitud que suele tomar Maximiliano, pero él reaccionó de ese modo porque siente que esa mujer tuvo todo el tiempo del mundo y la facilidad para lastimar a Isabella en el hospital, ya que fue él quien le ordenó cuidarla.—Sabes que no me encontraba bien, ese día apenas podía caminar — respondió incómoda porque ya demasiado tiene con el gruñón de Maximiliano para que Oliver se ponga también en ese plan.Ma
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Una historia ciertamente parecida.
Mientras Oliver iba manejando conectó el altavoz y llamó a Chiara, estaba tan molesto por lo sucedido qué en lo único que podía pensar era en encontrar una manera de sacar a Maximiliano junto a su hijo de la casa y de la vida de Isabella.—Aló— respondió Chiara con tono tan sutil que cualquier persona que no la conociera por la tonalidad dulce de su voz diría que es una mujer muy amable; sin embargo, Oliver la conoce bien, y a pesar de no ser cercanos, a él Chiara no lo engañaría, aunque se disfrace de chica buena.—Hola Chiara, soy Oliver Blanco y te seré directo, te llamo porque quiero saber cuáles son los antecedentes del hijo de Maximiliano Gil— le solicitó escuchándose tosco y Chiara sonrió.«Al fin este idiota me va a servir de ayuda para alejar a esa asistenta estúpida», festejo en su fuero interno porque lo último que hizo para que Maximiliano dudara de Isabella no le funcionó.—¡Vaya señor Blanco! ¡Qué falta de cortesía!, al menos debió preguntar cómo me encuentro antes de
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Ironías y sentimientos.
Isabella veía a Maximiliano a los ojos buscando algo que le indicase que él lo estaba haciendo a propósito, pero la mirada fría que él mostraba no la dejaba ver más allá, era como si creara una barrera de puro hielo, tan grueso que ni taladrando podría romperla.—¿¡Te sorprendes!?— le preguntó expectante y ella arrugó el entrecejo sin responder a lo que fuera que sea su propósito, porque no sabía si la estaba enfrentando o poniendo a prueba.—Hace cinco años tenía una relación con una mujer, que consideraba dulce, tierna, sencilla, y hasta humilde, pero todo eso era solo una actuación, esa mujer quería más que eso; un día fingió que le importaba tanto que hizo una enorme fiesta para mí, e invitó a todos los empresarios y adinerados que podía conocer, solo porque le interesaba ser presentada frente a personas de la alta sociedad—. Agregó con ojos enrojecidos de la rabia que le causa recordar y ella tembló sintiendo como un nudo se formaba en su pecho, no porque sintiera ganas de llorar
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Dos noticias.
—Eh amigo, solo de este modo podrías acordarte de mí—. Este fue el modo de saludar de Hugo, el mejor amigo de Maximiliano, que en cuanto lo vio llegar a su lado se levantó y le dio un abrazo.Maximiliano lo había invitado para que se tomaran unos cuantos tragos y Hugo fue el primero en llegar al bar.—Deja de quejarte, que para reclamos parecidos a esos tengo a la insoportable de Chiara— bromeó Maximiliano respondiendo al saludo de su amigo y ambos rieron chistosos.—Tienes razón, no sé cómo la soportas— expuso mientras Maximiliano se acomodaba y pedía su trago al camarero.—Ni yo en realidad sé cómo lo hago — concordó, pero a pesar de la risa y la charla dinámica, Hugo pudo notar que su amigo no estaba bien.—Después que Emiliano llegó a tu vida nunca me has llamado para invitarme a un trago, siempre que me buscas es para investigar o hacer algún trabajo, sé que no estás bien, ¿dime que te sucede? — inquirió un poco preocupado.—Tienes razón, me conoces bien, te invité porque sentí q
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Adicta a las máscaras.
Oliver sentía que estaba siendo estúpido, el baile había empezado y él no sabía qué lógica darle a la dichosa fiesta, ya que muchos de los invitados les preguntaban qué a que se debía la celebración, pero simplemente sonreía y les entregaba unas máscaras que había preparado exquisitamente para cada convidado, por pedido de Isabella, debido a que ella no quería verse obligada a ser la única que debe de cubrir su rostro como tuvo que hacerlo en la fiesta de Maximiliano.—Nunca he hecho nada por nadie y me siento como perro mandado por su dueño— rezongó Oliver en voz baja, odiando estar parado en la entrada del club dándole el debido recibimiento a las personas que ha invitado, sin embargo, su enfado desapareció cuando vio llegar a Isabella que venía luciendo un vestido rojo sangre con corte de sirena, una v en el pecho y una apertura en la pierna derecha, con un moño bien peinado de medio lado, pendientes dorados como los otros accesorios y zapatos de tacones altos y una máscara negra q
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Asco improvisado.
Los labios de Isabella seguían entreabiertos recibiendo ansiosos cada caricia y la consistencia de ese beso que se había vuelto fogoso le llenaba de morbo y la trasladaba a los recuerdos del pasado de ambos; de los momentos fascinantes que pasaban juntos. Ella colocó sus brazos alrededor de su cuello y él seguía con las manos a la altura de su espalda baja, extendiendo sus palmas para presionar un poco esa zona; se besaban despacio y sin prisa, queriéndose percibir uno al otro, sintiendo ella la humedad de su boca sobre sus labios a medida que sus manos alcanzaron a acariciar el nacimiento de su cabello, mientras que sus brazos la aprisionaban con mucha fuerza.Isabella, sin detenerse a pensarlo, se dejaba querer, por esas manos suaves que recorrían su espalda bajando y subiendo a medida que la intensidad iba en aumento y respirar, se le estaba convirtiendo en una necesidad que no podía ignorar, sin embargo, no se alejó hasta que se quedó sin aliento porque ese beso fue como una llama
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Expuesta.
La risa de los chicos que lo rodeaban provocó que David se sintiera enfado al creerse humillado, ya que Isabella estaba abrazando a otro hombre justo cuando él acababa de afirmar que ella estaría en su cama. El chico que nunca ha sido despreciado sintió que estaba a punto de explotar de la rabia y con dientes apretados se acercó a Blas Sued su abuelo quien estaba compartiendo con unos viejos conocidos, todos grandes pioneros en el mundo empresarial que tienen fortunas tan cuantiosas como la suya.—Abuelo, necesito hablarte— lo interrumpió el muchacho y el anciano alejó el habano de sus labios con mucho fastidio odiando al joven imprudente.—¡Nunca aprenderás muchacho lerdo! — protestó irritado mostrando una mirada aterradora, el viejo causa el pánico en ellos a pesar de ser unos hombres sus nietos le temen porque el hombre es cruel.—Lo siento abuelo, pero me siento avergonzado, y siempre has dicho que no permita que ninguna persona me quite algo que sea de mi interés—. Blas alzó las
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