Todos los capítulos de Mi segunda oportunidad con el Millonario Italiano.: Capítulo 21 - Capítulo 30
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XXI. Celebración Familiar.
—Empezaba a pensar que no vendrías —dijo Lea con una simpatía que turbó a Andrea. — ¡Uf, me disculpo! – sonrió casi con vergüenza —. Pero no es sencillo salir de casa con una pequeña niña – Lea sonrió aceptando la disculpa ya que ella también era madre y sabía perfectamente lo que implicaba. No podía decirle que se había planteado no acudir y que le había llevado toda la mañana decidirse a ir con Vera y Natalie a Manhattan Beach, a la fiesta de los Rossi. Si había dudado no era por temor a encontrarse con Vittorio, pues sabía que jamás iba a las reuniones familiares; y si había decidido atenderla era por Natalie, porque Alfonso había dicho que Joseph (o Jusseppe tal como lo llamaban ellos) era como un hermano y no quería privar a la niña de sus tíos y de los primos con los que crecería ya que eso la convertiría en la mala persona que no deseaba ser. Lea enlazó su brazo al de ella después de besar a Vera y a Natalie. —¡Entonces vamos mujer! no perdamos tiempo. Todos se mueren por c
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XXII.- Incomodidad.
—Frío no, mi más querido y adorado hermano, helador todo a tu alrededor se detiene y enfría para que tú ¡oh gran Señor! Lo transformes – expresó con una contundencia que no hizo temblar a su hermano, pero Andrea lo vio cambiar la expresión. Esta vez, Delia forzó tanto la sonrisa que Andrea abrió unos ojos como platos con vergüenza ajena. —Esa es otra mentira – señaló Vittorio con un atisbo de sonrisa rebatiendo el ataque de su hermana — Todos sabemos que soy el último en tu lista de afectos – Delia negó a las palabras de su hermano. —Eso no es verdad. Lo que pasa es que te veo poco. Si no, subirías a los primeros puestos – su voz aunque dulce y amable destiló reproche. —Si es así, puede que consiga solucionarlo hermanita – Delia abrió los ojos, ilusionada. —¿De verdad? —se lanzó hacia su hermano en un abrazo fuerte y necesitado—. Por favor, Vittorio, hazlo - Él reaccionó como si le hubiera alcanzado un rayo. Quizá era la primera vez que su hermana le abrazaba, Andrea no pudo desc
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XXIII.- Más discusiones.
Andrea se despertó encima de la almohada empapada y le dio los puñetazos que habría querido descargar sobre Vittorio. Saltó de la cama y aprovechó que Natalie no se había despertado para ordenar y recoger la casa, y tratar de no pensar en el hombre que no solo le movió el suelo por donde caminaba sino al que debía – ahora más que nunca – olvidar. Acababa de terminar de hacer un café cuando llamaron a la puerta. Asumiendo que le llevaban la compra del supermercado, observó por la mirilla y dio un salto atrás. Vittorio. Y no solo eso sino que traía en sus manos un gigantesco ramo de flores, no pudo evitar el temblor que eso le produjo sin embargo se recompuso enseguida. Alzó la voz para que la oyera a través de la puerta. —Márchate, Vittorio Rossi, no eres bienvenido a esta casa – vio como negaba con la cabeza y quiso lanzarle la puerta encima. —No —respondió él al instante—. Si no me dejas pasar esperaré a que tengas que salir – dijo con voz tranquila y pausada lo que le produjo un
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XXIV.- Un instante increíble luego de una discusión.
— ¡Vaya! y pensar que no quería aceptar que jugabas conmigo – expuso con desdén.—Yo nunca he jugado contigo – dijo en un gruñido.—Es el eufemismo con el que me refiero a la manipulación a la que me has sometido desde que has vuelto – esta vez reprochó directamente.—¿Qué manipulación, si te dije que iba a reclamar a Natalia, no a quitártela? – Andrea no supo qué decir. —En cuanto a lo que llamas mi segunda desaparición, fue el tiempo que necesité para organizar la reunión familiar – abrió la puerta totalmente pasmada por sus palabras.—¿Cómo? – dijo mientras Vittorio aparecía de cuerpo entero ante sus ojos. Verlo hizo que la cabeza le diera vueltas. Con las piernas separadas, estaba plantado como si se preparara para una pelea; sujetaba el ramo con una mano, a lo largo de la pierna. Estaba guapísimo, y sin embargo, cuando Andrea lo observó más detenidamente, vio que tenía expresión cansada sin embargo eso no le impidió a su cuerpo traicionero temblar casi sin control frente a aque
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XXV. Revelaciones.
Mientras desayunaban, y como si hubieran alcanzado un mudo acuerdo, ninguno de los dos sacó ningún tema que pudiera romper la armonía. Después, ya en el salón, Andrea repartió el ramo en varios floreros, y cuando Natalie estuvo entretenida con sus juguetes, Vittorio explicó el comentario que había hecho que ella finalmente abriera la puerta. —Después de marcharme la noche que cené aquí, decidí organizar una reunión para que mi familia las conociera a Natalia y a ti. Pero primero tenía que elegir un sitio – ella arrugó la frente en un gesto de confusión.—¿La casa de Manhattan Beach no era de Alfonso y Lea? —No, su casa está a unos kilómetros - Andrea se quedó desconcertada, pero recordó que cuando Lea la llamó, mencionó una reunión familiar, no que se celebrara en su casa. — Tardé una semana en organizarlo todo —añadió Vittorio. —¿Te tomaste tanto trabajo para acabar ignorándome? —preguntó ella sin salir de su sorpresa. Entonces fue Vittorio quien pareció desconcertado. —¿Por qu
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XXVI.- Sentimientos y emociones a flor de piel.
—¿Qué-qué quieres decir? —balbuceó Andrea. —Cuando me dijo que sabía demasiados secretos como para dejarme ir, yo le dije lo que verdaderamente pensaba de él – Vittorio la miró A los ojos con tal intensidad que ella pensó en huir, pero él solo estaba esperando el rechazo que nunca llegó — Entonces me atacó con un machete... Y de pronto, estaba a mis pies, muerto. —¿Entonces por qué dices que «supones» fue en defensa propia? ¡por el amor de Dios Vittorio, lo fue! —Porque la pelea transcurrió en una nebulosa y sé que quise verlo muerto. —Eso no significa que no fuera en defensa propia - Vittorio le agradeció su incondicionalidad con la mirada, pero no pareció convencido. —Fuera lo que fuera, salí libre. Me entregué a la policía de Roma, que se vio encantada de librarse de aquel mafioso y de que encima fuera yo quien había acabado con él. Atribuyeron su muerte al líder de un grupo rival y hasta me ayudaron a salir del país con Jussepe y su familia – sonrió — Apenas habíamos vuelto c
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XXVII.- Extraña convivencia.
—¡Que tiemble el mundo: llega Natalia Rossi! – Andrea alzó la vista del periódico que estaba leyendo y, como de costumbre, ver a Vittorio con la niña en brazos le cortó la respiración. Le tocaba a él ocuparse de la rutina matutina de la niña, que dedicaba sus mejores sonrisas a su padre, que era precisamente en lo que Vittorio se había convertido en el mes que llevaban juntos en la casa de Manhattan Beach. Un mes durante el que se había convertido no solo en un padre modelo, así como en un anfitrión y compañero de piso excepcional para ella... Y nada más. No le había dedicado ni una mirada provocadora, ni la había tocado cosa que sin lugar a dudas le dejaba una sensación tan cruel en el cuerpo y sobre todo ese sabor amargo de reconocer cuando no ser indispensable y peor aún, ni siquiera llamarle la atención a Vittorio. Vittorio llevó a Natalie como si fuera un avión hasta Vera para que le diera un beso, e hizo lo mismo con Andrea. Luego la dejó en la trona. Después de prepararle el
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XXVIII.- Un hombre diferente.
Andrea entró en casa de Vittorio sintiéndose prisionera. Se preguntó si debía decirle cómo se sentía, admitir que todavía lo deseaba. Pero siempre temía perturbar la paz de Natalie. Loki y Thor acudieron a recibirla. Tomándolos, los abrazó y fue al salón. Pero se quedó paralizada al ver a Vittorio de pie, en medio de la habitación, descalzo, con la camisa desabrochada y un vaso en la mano. Se acercó a él, y al ver que parecía inquieto, preguntó: —¿Pasa algo? ¿Está bien Dora? - en lugar de contestar, Vittorio dejó el vaso en una mesa y dijo: —Deja los gatos en el suelo, Andrea por favor - ella obedeció mecánicamente y, al alzar la mirada hacia él, vio que se aproximaba lentamente. Con voz ronca, le oyó decir: —Llevo cuarenta y una noches aguantando, Andrea. Pero se acabó, no lo soporto más - ¿Había contado las noches desde que habían hecho el amor? —Vittorio... - no pudo decir más porque él la tomó en brazos y la llevó hasta su dormitorio, hasta su cama. Antes de que pudiera recupe
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XXIX.- Felicidad no tan plena.
Despertar junto a Vittorio Rossi después de hacer el amor hasta bien entrada la noche y luego charlar durante horas mientras seguían entrelazados se había convertido en la nueva adicción de Andrea. Se habían incorporado a la vida del clan Rossi y a la suya, de padres de familia, como si fuera lo más natural, además de continuar con su activa vida profesional. Mantener aquel excitante equilibrio solo fue posible por el apoyo que se proporcionaban el uno al otro. O al menos Andrea confiaba en que Vittorio la considerara tan vital como ella a él. Él insistía en que se estaba descubriendo a sí mismo gracias a ella y Andrea confiaba en estar contribuyendo a que ahuyentara sus fantasmas y a que liberara sus emociones. Vittorio alzó la cabeza después de frotar la nariz contra su cuello y la miró apasionadamente. Habían estado hablando del cumpleaños de Natalia y bromeando con los planes para el siguiente. —Aunque supongo que para cuando cumpla dos años, será ella quien diga lo que quiere —b
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XXX.- Entre lágrimas y risas.
Y la verdad reverberaba en la mente de Andrea mientras caminaba sin rumbo por las calles de Nueva York. Su hermana era completamente estéril. Joseph, sabiendo el sufrimiento que saberlo podría haberle causado, había convencido a la doctora Summers de que buscara a una donante anónima y que le hiciera creer a su esposa que el bebé era suyo. Natalie no era lo que le quedaba de Sarah. Ella y Andrea no tenían ningún vínculo de sangre. ¿Cómo reaccionaría Vittorio cuando lo supiera? ¿Y si lo había sabido todo el tiempo? Quizá solo la había necesitado para acceder a la niña y se había casado con ella para que, entre tanto, la niña se encariñara con él. Pero una vez conseguido su objetivo, ¿qué necesidad tenía de ella? La lógica dictaba que si Vittorio pensaba librarse de ella lo haría mientras Natalie fuera lo bastante pequeña como para que su desaparición no tuviera repercusiones psicológicas. Que, igual que la pequeña había olvidado a Joseph y a Sarah, la olvidaría a ella. Solo cabían dos
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