Vittorio se arrodilló al pie de la cama totalmente conmocionado por la escena que tenía enfrente, nunca pensó ser tan dichoso y menos con la mujer que le gritó a la cara haber vivido un infierno con él, pero que ahora es su mujer. La contempló como su posesión más preciada y le acarició las piernas, al recogerse el vestido que le hacía parecer un ángel y una diosa, habían quedado expuestas. La bestia que rugía en su interior anhelaba poseerla violentamente, como había hecho tantas veces para placer de ambos, pero su instinto protector – ese que desconocía hasta que conoció a Natalia – afloraba resguardando ese pequeñito ser que se formaba poco a poco en su interior. Por esa y otras razones en aquella ocasión quería que fuera distinto, y que Andrea Sullivan – ahora la Sra. Rossi - supiera todo lo que le debía, hasta qué punto la adoraba. Colocándose a cuatro patas sobre la cama, fue ascendiendo por su cuerpo, besándolo a medida que la desnudaba lentamente hasta que llegó a sus labios
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