Todos los capítulos de Mi segunda oportunidad con el Millonario Italiano.: Capítulo 11 - Capítulo 20
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X.- Asombro.
Inquirió fríamente Vittorio y Andrea estaba a poco de desmayarse ¿Dónde demonios estaba su otro zapato? La chica cojeaba por la habitación buscándolo. Aunque lo tuviera delante, no lo vería, porque estaba ciega de furia. Lo necesitaba para huir de aquel monstruo. —Está debajo del sofá – informó él con fastidio ante su silencio. Ella se volvió y vio a Vittorio observándola con calma. Andrea se lanzó hacia donde le había indicado y encontró el zapato, que había buscado allí mismo infructuosamente unos segundos antes. En cuanto se lo puso, tomó el bolso y, maldiciendo entre dientes, fue hacia la puerta, pero no contó con que él le bloquearía la salida. —Por favor, déjame salir, no compliquemos más las cosas —dijo convencida del error que acababa de cometer. —Entiendo que con todos estos aspavientos tu respuesta es no – cerró los ojos evitando a toda costa lanzarse hacia la yugular del imbécil. —¡Aspavientos! —exclamó ella, pero se contuvo. Ese hombre era un provocador profesional. H
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XI.- En busca de ayuda.
Andrea llegó al despacho al día siguiente sin haber pegado ojo y con las últimas palabras de Andreas todavía resonando en su cabeza: «Pienses lo que pienses de nuestro matrimonio, terminarás accediendo a mis términos. No pienso dejarte ir». , pensó indignada ante sus palabras. — ¿Qué se habrá creído? Pero lo intuye es que no me dejaré arrebatar a mi niña ¡Por qué es mía! – detuvo el sollozo que pugnaba por salir de su garganta amenazándola con destrozarla. Lo primero que hizo fue llamar a su abogado, que solo confirmó lo que ya le había dicho, que no tenía nada que hacer en su contra respecto a la custodia de Natalie. Después de una hora de angustia en la que barajó una y otra vez las posibilidades que tenía de evitar el chantaje de Vittorio, tuvo una idea. Cuanto más la consideró, más se convenció de que era su única esperanza. Tenía que conseguir un aliado tan poderoso como el propio Rossi, alguien que tuviera poder sobre él. Y solo un hombre cu
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XII.- Uniendo fuerzas.
Cuando Alfonso Rossi la miró de nuevo, ella de inmediato supo cuál era la gran diferencia con Vittorio. Aunque bajo Alfonso se percibía la turbulencia de las aguas de Roma, las había conquistado. Aquel era un hombre que había escapado de la oscuridad, un hombre sereno y satisfecho: feliz. Y era evidente que eso no había sucedido solo por Lea, pero sí con su ayuda y apoyo. Un hombre como él no podía alcanzar aquel nivel de implicación y dependencia si no confiaba plenamente en un igual que le ofreciera el compromiso de la misma profundidad y solidez. Andrea tuvo la certeza de que aquel hombre fuerte de carácter, indómito a su parecer daría la vida por su mujer, y que su devoción era correspondida. Tal como había creído en el pasado que ella y Vittorio pudieron haber compartir ese tipo de alianza, pero él se había empeñado en demostrar lo que le había dicho que era: un hombre incapaz de implicarse emocionalmente. ¿Cómo podían dos hermanos ser tan distintos? ¿Cómo podía uno sentir tan in
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XIII.- Encuentro Fortuito.
Vittorio Rossi se detuvo ante el edificio junto al que había pasado tantas veces en los últimos años, pero en el que no había entrado nunca: las oficinas centrales de su hermano mayor, el mismo que le había llamado hacía una hora exigiéndole que fuera a verlo al instante. Él había estado a punto decirle que no recibía órdenes, hasta que se había dado cuenta de que la convocatoria tenía que ver con Andrea. Era la única explicación. Alfonso Rossi solo le había llamado cuatro veces: para el funeral de Franco, para su boda y para el primer cumpleaños del hijo de su hermana pequeña, Delia, que había coincidido con su boda. Vittorio solo había acudido a la boda de Delia. Que se hubiera producido otro acontecimiento familiar un día después de que Andrea huyera de él diciendo que era un monstruo, habría sido demasiada coincidencia. No, la inesperada y agresiva llamada de Alfonso tenía que haber sido instigada por ella, que debía haber pensado en su hermano como su último recurso. No porque fu
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XV.- Discusiones sin sentido.
La relación había comenzado de manera tormentosa y se habían separado. En ese tiempo, ella había tenido su hijo, pero ni siquiera se lo había dicho. Cuando él quiso volver a su lado, ella le había hecho pasar por todo tipo de pruebas, pero Alfonso, que era un perfeccionista, las había superado con creces. Y por lo visto, seguía superándose día a día. En el presente, tenían otra hija y su matrimonio parecía sacado de un cuento de hadas. Para Vittorio, todo ello resultaba un tanto dramático y preconcebido.—Que te burles no lo hace menos real —dijo Alfonso—. Es cierto que Lea me salvó, que sacó de mí lo mejor y me dio una segunda oportunidad en la vida – Vittorio suspiró casi imperceptiblemente ante las palabras de su hermano.—Entonces, yo no tengo remedio, porque según tú, - señala con certeza — no hay nada en mi interior que merezca ser rescatado – Alfonso negó sacudiendo la cabeza.—Yo pensaba lo mismo, pero por lo visto no importa tanto lo que uno piense como lo que otra perso
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XVI.- Reclamos
Mientras su hermano trabajaba veinticuatro horas al día para alimentar a la familia, Vittorio se había tenido que convertir en «el hombre de la casa». Y como tal había tenido que hacer cosas... detestables. — ¿Esto tiene que ver con Jussepe? — Vittorio hizo una mueca al oír la pregunta. La mención a Jussepe siempre le encogía el corazón. Alfonso continuó—: siempre pensé que era la única persona por la que sentías algo. Supongo que su muerte, de la que no te dignaste a avisarnos, fue un duro golpe para ti, aunque no quieras admitirlo – se removió incómodo. — ¿Por qué no iba a admitirlo si Jussepe estaba más cerca de mí que ninguno de vosotros? – se defendió.—Eso no significa nada, puesto que nunca has estado cerca de nadie. En cuanto cumpliste trece años... te encerraste en ti mismo – afirmó con la cabeza y una sonrisa más irónica que sincera.—Tiene gracia que lo diga el hombre que daba dinero a su familia en lugar de afecto – rebatió sus palabras — Mamá solía decir que habías
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XVII.- Acusaciones y defensa.
—Haré lo que sea necesario. ¿No lo harías tú para recuperar a Lea? —Nunca la chantajearía. —Yo no la estoy chantajeando, solo quiero que vea que me necesita. Solo así se dará cuenta de que quiere volver a mi lado – Alfonso lo miró, perplejo. —¿Crees que está jugando a hacerse la dura? —No es eso. Creo que se avergüenza de haberme seguido en el pasado, y parece que está especialmente ofendida porque mantuve nuestra relación en secreto. Sospecho que esa es una de las principales razones de que acudiera a ti – señaló — Esta vez pretendo que recupere su dignidad siendo yo quien la sigue. Y de no haberse adelantado, te habría hablado de ella en cuanto hubiera accedido. Así que no la estoy chantajeando, sino dándole margen para que se vengue de mí. Pero te aseguro que si se resiste no es porque no me desee. El deseo es mutuo, te lo aseguro – Alfonso intuyó que su hermano tenía una prueba reciente de esa atracción. Aun así, dijo: —Estás hablando de lujuria, y eso no basta para sobrepo
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XVIII.- Preocupaciones.
Andrea no conseguía concentrarse en los datos que tenía en la pantalla del ordenador. Desde que Alfonso le había dicho que había hablado con Vittorio y que la situación estaba controlada, no lograba calmarse. El mensaje había sido tan críptico que no sabía a qué atenerse. Lo único que podía sacarla de aquel estado era que Vittorio se comprometiera a olvidar el testamento de Jussepe o al menos a negociar un término medio, como convertirse en padrino de Natalie una vez ella la adoptara legalmente. Y que olvidara la idea de volver a casarse. Pero desde el encuentro entre Alfonso y él, tres días antes, no había sabido nada de él; y aquel silencio estaba volviéndola loca. Desafortunadamente, había otro problema, y era que su cuerpo, reavivado por Vittorio, la atormentaba día y noche. Apagó el ordenador, tomó el bolso y se fue del despacho. No tenía sentido intentar trabajar cuando apenas podía pensar. Un cuarto de hora más tarde llegaba a su apartamento y en cuanto oyó la voz de su pequeña
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XIX.- Personalidad secreta.
Vittorio se puso en pie y fue con Vera hacia la cocina. El resto de la familia de Andrea, incluidos los gatos, lo siguieron; y puesto que nadie le había consultado, fue tras ellos. Ya en la cocina, Natalie se agarró a la pierna de él y entre gorgoreos pidió que le pusiera en su silla de comedor. Él la miró como si fuera uno de los gatos, pero contra lo que Andrea esperaba, se inclinó, la tomó en brazos y la sentó en su silla. Entonces la niña señaló con el dedo sus juguetes, y en esa ocasión Vittorio, en lugar de atenderla, la miró fijamente. —Yo los busco – dijo Andrea que ya se movilizaba a ello, pero fue detenida por la mano de Vittorio levantada. Ante los asombrados ojos de ella, Natalie puso una de sus encantadoras caras, pidiendo sus juguetes con amabilidad. Solo entonces Vittorio se los dio. Luego se inclinó hacia ella y dijo: —Y ahora voy a cocinar con tu mamá y con Vera mientras tú juegas —y yendo al lado de la mujer que hace de niñera de Natalie, añadió—: Yo me ocuparé del
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XX. ¿Quién eres?
Cuando Vittorio se negó a ceder a sus exigencias, la pequeña protestó pero él no manifestó la menor impaciencia a pesar de que la niña estaba siendo particularmente irritante. Tanto, que Andrea pensó que lo hacía a propósito para que Vittorio se diera cuenta de lo que le esperaba si insistía en quedarse con ella. Por otro lado, la trataba con firmeza, y cuando Natalie decidió descubrir a qué estaba sujeto el vello que le brotaba en el pecho, la detuvo. Inmediatamente, Natalie hizo pucheros. —Eres una pequeña tirana, ¿verdad? - la barbilla de Natalie tembló y los ojos se le llenaron de lágrimas. —Y una manipuladora de primera, ¿eh? – la pequeña se lanzó a seguir con su inspección, pero cuando Andrea fue a quitársela de encima, Vittorio la detuvo con un gesto de la mano. Entonces Natalie estalló en llanto y al ver que el hombre le sujetaba las manitas con fuerza, Andrea por su parte decidió esperar a ver cómo manejaba la situación, aunque no confiaba en que él tuviera ningún éxito. Ign
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