Vittorio se puso en pie y fue con Vera hacia la cocina. El resto de la familia de Andrea, incluidos los gatos, lo siguieron; y puesto que nadie le había consultado, fue tras ellos. Ya en la cocina, Natalie se agarró a la pierna de él y entre gorgoreos pidió que le pusiera en su silla de comedor. Él la miró como si fuera uno de los gatos, pero contra lo que Andrea esperaba, se inclinó, la tomó en brazos y la sentó en su silla. Entonces la niña señaló con el dedo sus juguetes, y en esa ocasión Vittorio, en lugar de atenderla, la miró fijamente. —Yo los busco – dijo Andrea que ya se movilizaba a ello, pero fue detenida por la mano de Vittorio levantada. Ante los asombrados ojos de ella, Natalie puso una de sus encantadoras caras, pidiendo sus juguetes con amabilidad. Solo entonces Vittorio se los dio. Luego se inclinó hacia ella y dijo: —Y ahora voy a cocinar con tu mamá y con Vera mientras tú juegas —y yendo al lado de la mujer que hace de niñera de Natalie, añadió—: Yo me ocuparé del
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