—No. —dijo el príncipe Damino de manera firme y rotunda—. No, Elaine, no quiero escuchar.Ella observo al príncipe con notable sorpresa, mientras intentaba comprender que pensamientos habitaban su mente, cuerpo y alma. Damino no parecía enfadado, tampoco molesto, pero si estaba claro que algo le preocupaba. Con delicadeza, el alzo una mano y la coloco en la mejilla de ella, acunando su rostro con delicadeza y ternura, disfrutando especialmente aquel delicado y gentil contacto en el que sus cuerpos se encontraban.Damino había aprendido a apreciar cada mínimo encuentro de sus cuerpos, atesorándolos en lo mas profundo de su ser, como si aquella fuera la ultima vez que pudiera disfrutar aquello.>—Hoy no, Elaine… no por favor—pidió el, con la voz y el corazón roto.—¿Qué ocurre, Damino? —pregunto ella con notable preocupación, tomando el rostro de el entre sus manos y elevándolo hacia sus ojos, necesitando verlo directamente para asegurarse de que no estaba herido.Damino noto aquel gest
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