—Estás perfecta, Valeria. No sé por qué sigues viniendo y gastando tu dinero a manos llenas. ¡Joder con los ricos! Valeria Cronwell escuchó esas palabras y fue como si le entraran por un oído y le salieran por el otro. Nadie la entendía. Incluso intentándolo. Valentina y Penélope hacían grandes esfuerzos, pero ella no podía poner en palabras algo que su mente no podía comprender. No había explicación científica que pudiera solucionar el vacío que sentía en medio del pecho y porque después de tantos años seguía teniendo pesadillas. Sobre todo del accidente en el que había perdido la memoria, pero más aún, de unas manos acariciándola y unos ojos verdes maravillosos. Hace mucho su mejor amiga le había hablado de un hombre, pero al ver que lo que hacía era ponerse peor lo había dejado. Se había dicho a sí misma que no podía ser importante si su memoria se había empeñado en olvidarle y él nunca la había buscado. Penélope le había dado la razón con un poco de ira. A día de hoy, Valeria
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