—Menos mal que mi hija se encaminó. Sé que llevan poco tiempo Pero ya era hora de que sentará cabeza. — ¿A qué se refiere, señora? —David estaba entretenido en su bebida cuando su suegra se le acercó. Valeria, Noah y Fernando estaban sumidos en conversación y Valentina había ido al despacho a buscar a algún libro.— ¡Oh, por favor! Nada de señora —dijo desestimando el gesto con la mano—. Me hace sentir demasiado mayor. Bianca. Y me refiero al hecho de que mi hija es un buey volando. Suelta uno y coge otro. Espero que contigo se arregle. No han sido pocas las veces que ha andado con dos a la vez. Necesito hacer una llamada. Nos vemos, guapo. —Se despidió mientras le daba una palmadita en el hombro. David hizo acopio de todas sus fuerzas para no romper el vaso. Lo que había dicho Bianca le retorcía la herida que le había creado Valentina. Y cuando vio a la fuente de sus pensamientos cruzar la habitación con el rostro demudado, su ira creció. —Madre... tenemos que hablar —susurró Val
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