Calista Quería llorar entre sus brazos, quería gritarle todo lo que pasaba por mi mente en mi momento más vulnerable, sintiéndome tan necesitaba de amor, de escuchar a alguien diciéndome “te quiero y eres importante para mi” . Palabras que ya no podría escuchar de nadie, que esa persona que no se cansaba de repetirlo había muerto y no estaría nunca más para mi. Dolía. Me quemaba y consumía por dentro. Pero como siempre solía hacerlo reprimí todas mis emociones, encerrándome de nuevo en la cápsula que me mantenía a salvo, aislándome y abrazándome a la almohada sin querer saber del mundo. Alejándome de su tacto sintiéndome que me quemaba, que me dolía no ser correspondida por algo que me juré nunca sentir y pensé dominarlo, tenerlo bajo control y no permitirlo. Pero no pude, fracasé en el intento y sin culparme por ello, porque Aetos en tampoco tiempo me demostró tanto que fue imposible no quererle, no desear amarlo con todas mis fuerzas hasta que mi ser colapsara. «No sueñes, Calis
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