CalistaTraté de seguirle el paso sin necesidad de correr pero se me hizo imposible, Alysa salió junto a su amiga de la cocina mirándonos sin entender mientras Alida preguntaba exasperada qué era lo que estaba pasando, caminaban tras de nosotros como si estuviésemos en una caravana. Terminé corriendo para alcanzarlo, no quise darle más problemas pero tampoco podía seguirle ocultando aquello, me sentía insegura con la presencia de Andreus en casa sabiendo que para un hombre envidioso como él no habían límites. Agradecí estar envuelta en aquel enorme abrigo o de lo contrario estaría sobre el suelo titiritando de frío. El mencionado salió de entre los arbustos con Cristel tras él, su rostro confundido fue desecho cuando recibió un golpe fuerte de Aetos, seguido de otro y otro que lo llevaron al suelo. —¡¿Qué es lo que está haciendo Aetos?! —Preguntó con histeria Alida tratando de intervenir pero su esposo la detuvo negando con la cabeza. Aricia fue la siguiente en llegar acompañada d
Calista Busqué el botiquín el baño y lo hice sentarse ahí para limpiar sus heridas, no había dicho ni una sola palabra desde que entramos a la habitación y sólo se dejó curar sin ningún quejido. Suspiré poniéndole una pequeña curita sobre la ceja que estaba rota, así como sus labios que delicadamente limpié con alcohol. Era por este mismo motivo que había preferido callar, no quería que las cosas se tensionaran más de lo que ya estaban. —¿Qué ha sido todo eso? —pregunté dejando de lado el algodón y acuclillarme a su altura, tomé su mentón delicadamente sin dejar de mostrar mi preocupación —mira como has quedado. —No podía dejar pasar eso, Calista. No puede acusar a mi mujer en mi propia casa —se molestó de nuevo —y ese infeliz algo planea, no me confío de él y te pido que estés alerta. Asentí compartiendo su opinión. Los últimos días estaba extraño y algo en mi intuición me pedía a gritos que no me confiara y mantuviera un ojo sobre él. —Lo estaré, no te preocupes por eso. Me l
Calista Nuestra estadía en la cabaña fue de lejos algo "bueno" , Aetos se mantuvo ausente y casi nunca se mantuvo a mi lado, no insistí con mi presencia y sólo lo dejé ser entendiendo perfectamente que necesitaba su tiempo a solas. No era fácil lidiar con la muerte de tu padre, resignarte a que nunca volverás a tenerlo cerca, escuchar su voz y recibir sus actos de amor por muchos años que pasaran no era algo que superabas y menos de la forma en que él lo perdió.Mi corazón se fracturaba en pedazos al imaginar a ese niño de pequeño esperando el regreso de su padre y que te toque recibirlo en un ataúd es... una experiencia horrible que me hacía estremecer de solo imaginar a padre morir. Ateos por mucho que demostrara ser un hombre insensible no lo era, sólo vivía su dolor en la soledad, donde nadie fuese capaz de verlo frágil. La última noche que estaríamos en aquel lugar lo esperé pacientemente en la sala, con una sábana sobre mi cuerpo mientras veía la tv, una tormenta estaba por de
Calista Dejé caer mi cabeza sobre su pecho desnudo, cerrando mis ojos y soltando un suspiro cuando su brazo se posó sobre mi espalda baja. Los momentos después de la intimidad se sentían tan bien a su lado, sabiendo que ninguno de los dos se marcharía y que realmente éramos una pareja estable. Mi estómago gruñó provocando una enorme vergüenza, sentí como mis mejillas se calentaron al oír su risa y su pecho vibrar. —Bajemos, traje comida de camino a casa —dijo apartando su mano de mi cuerpo para que pudiese levantarme. Busqué una camisa de entre sus cosas para cubrir mi cuerpo, él por su parte se colocó unos pantalones de algodón sin molestarse en cubrir su apetecible torso. Me senté en el comedor mientras él servía nuestras comidas, estaba tan hambrienta que incluso algo helada me pareció deliciosa. —¿Irás con tus padres? —preguntó mientras jugaba con la comida. —Hasta la próxima semana, no tengo ánimos para el drama familiar y los infinitos interrogatorios por el trato que le d
Calista Después de la discusión en la oficina llamé a Aetos para que estuviera presente en la cena, consideré llevarlos a un restaurante pero se vería feo no llevarlos al que era mi hogar ahora y con lo observadores que eran ellos, no podía no hacerlo. Las camionetas nos trasladaron a la mansión Vasileiou, que cómo está común, sorprendió a mi madre por los maravillosos jardines que poseía y lo ostentoso que era su interior. Para mi sorpresa la señora Aricia bajó a recibirlos con una amabilidad que sólo vi cuando acompañaron a Aetos con la pedida de mano. —Es un gusto tenerlos por aquí —sonrió señalando las escaleras —he pedido que nos sirvan café en el tercer piso, pensé que a Calista le gustaría esa opción debido que siempre es ahí donde recibe sus visitas. —Gran elección, señora Aricia —miré a mis padres pidiéndole que me acompañaran. —¿Vienes Aricia? —preguntó madre. —Oh, no quiero irrumpir en su conversación, supongo que quieres ponerte al día con ella. —Por favor, acompáñe
Calista Dejé caer el lápiz con frustración, llevé las manos a mi cabeza mientras mis ojos pesaban de cansancio. Llevaba más de dos semanas trabajando día y noche en un nuevo proyecto para VM, estaba consumiendo de tantos compromisos que debía cubrir y la reunión con la junta directiva del Emporio se acercaba, debía presentar informes del estado financiero y eso me tenía aturdida. Me levanté de la silla tomando mi bolso caminando fuera de mi oficina, si no salía a despejarme por unas horas terminaría dormida en algún sofá. Subí al ascensor mientras revisaba mi móvil con cientos de notificaciones, entre ellos mensajes del grupo que compartía con mis amigas. En ellos había una captura del anuncio del compromiso de Cristel que sería esta noche, la invitación no había llegado a ninguno de los dos, algo de lo que nos reímos anoche cuando nos dimos cuenta lo indeseados que éramos para ellos. «No quieren ser opacados» se había reído Aetos, pero la realidad es que ninguno de los dos espera
Calista Después de las respectivas presentaciones nos sentamos en el sofá mientras nos servían una ronda de tragos para ponernos en ambiente, la música alta de la pista de baile se lograba escuchar hasta acá, las luces neones no me dejaban ver con claridad a las personas en el lugar. Las mujeres con poca ropa servían las bebidas mientras otras brindaban servicios a otros hombres, incluso mujeres. A la quinta ronda mi cuerpo estaba completamente relajado, riéndome de cualquier idiotez que saliera de los hombres que me acompañaban y es que jamás pensé que ellos sus dejaran de ser tan serios en algún momento. Me di cuenta del gran lazo de amistad que existía entre ellos, la confidencialidad que se tenían y en cómo se esforzaba por crear un lazo amistoso conmigo.—Bailemos —le pedí a mi esposo que pareció dudarlo por un momento pero terminó accediendo. Sonreí tomándolo de la mano para bajar al primer piso y mezclarnos entre la gente, me pegué a su cuerpo moviéndome al ritmo de la música
Calista Mis ojos ardían de tantas lágrimas que había derramado, mi corazón con un enorme vacío ardiendo por el dolor, agonizando con cada palada de tierra sobre el féretro. Los brazos de Aetos me sostuvieron en todo momento, sin apartarse ni un segundo de mi y brindándome apoyo.Jamás había experimentado un dolor tan agudo e infinito, sin saber cómo iba a poder vivir con solo recuerdos, sin escuchar sus regaños por trabajar hasta tarde o esas noches que subía a la terraza para dejarme una taza de chocolate. Mi alma se encontraba rota y nadie podría sacarme de ese trance. Durante los siguientes días pasé encerrada en mi habitación de Atenas sin salir a ningún lado, me olvidé del trabajo y de las responsabilidades, sólo comía un tiempo y después volvía a la cama derramando las lágrimas sin ser suficiente. Toda mi vida estuvo a mi lado, dándome apoyo emocional cuando más lo necesite y sentía que en sus últimos días no hice lo suficiente, que podía dar más y no lo di. A las dos semana