Calista Después de la discusión en la oficina llamé a Aetos para que estuviera presente en la cena, consideré llevarlos a un restaurante pero se vería feo no llevarlos al que era mi hogar ahora y con lo observadores que eran ellos, no podía no hacerlo. Las camionetas nos trasladaron a la mansión Vasileiou, que cómo está común, sorprendió a mi madre por los maravillosos jardines que poseía y lo ostentoso que era su interior. Para mi sorpresa la señora Aricia bajó a recibirlos con una amabilidad que sólo vi cuando acompañaron a Aetos con la pedida de mano. —Es un gusto tenerlos por aquí —sonrió señalando las escaleras —he pedido que nos sirvan café en el tercer piso, pensé que a Calista le gustaría esa opción debido que siempre es ahí donde recibe sus visitas. —Gran elección, señora Aricia —miré a mis padres pidiéndole que me acompañaran. —¿Vienes Aricia? —preguntó madre. —Oh, no quiero irrumpir en su conversación, supongo que quieres ponerte al día con ella. —Por favor, acompáñe
Calista Dejé caer el lápiz con frustración, llevé las manos a mi cabeza mientras mis ojos pesaban de cansancio. Llevaba más de dos semanas trabajando día y noche en un nuevo proyecto para VM, estaba consumiendo de tantos compromisos que debía cubrir y la reunión con la junta directiva del Emporio se acercaba, debía presentar informes del estado financiero y eso me tenía aturdida. Me levanté de la silla tomando mi bolso caminando fuera de mi oficina, si no salía a despejarme por unas horas terminaría dormida en algún sofá. Subí al ascensor mientras revisaba mi móvil con cientos de notificaciones, entre ellos mensajes del grupo que compartía con mis amigas. En ellos había una captura del anuncio del compromiso de Cristel que sería esta noche, la invitación no había llegado a ninguno de los dos, algo de lo que nos reímos anoche cuando nos dimos cuenta lo indeseados que éramos para ellos. «No quieren ser opacados» se había reído Aetos, pero la realidad es que ninguno de los dos espera
Calista Después de las respectivas presentaciones nos sentamos en el sofá mientras nos servían una ronda de tragos para ponernos en ambiente, la música alta de la pista de baile se lograba escuchar hasta acá, las luces neones no me dejaban ver con claridad a las personas en el lugar. Las mujeres con poca ropa servían las bebidas mientras otras brindaban servicios a otros hombres, incluso mujeres. A la quinta ronda mi cuerpo estaba completamente relajado, riéndome de cualquier idiotez que saliera de los hombres que me acompañaban y es que jamás pensé que ellos sus dejaran de ser tan serios en algún momento. Me di cuenta del gran lazo de amistad que existía entre ellos, la confidencialidad que se tenían y en cómo se esforzaba por crear un lazo amistoso conmigo.—Bailemos —le pedí a mi esposo que pareció dudarlo por un momento pero terminó accediendo. Sonreí tomándolo de la mano para bajar al primer piso y mezclarnos entre la gente, me pegué a su cuerpo moviéndome al ritmo de la música
Calista Mis ojos ardían de tantas lágrimas que había derramado, mi corazón con un enorme vacío ardiendo por el dolor, agonizando con cada palada de tierra sobre el féretro. Los brazos de Aetos me sostuvieron en todo momento, sin apartarse ni un segundo de mi y brindándome apoyo.Jamás había experimentado un dolor tan agudo e infinito, sin saber cómo iba a poder vivir con solo recuerdos, sin escuchar sus regaños por trabajar hasta tarde o esas noches que subía a la terraza para dejarme una taza de chocolate. Mi alma se encontraba rota y nadie podría sacarme de ese trance. Durante los siguientes días pasé encerrada en mi habitación de Atenas sin salir a ningún lado, me olvidé del trabajo y de las responsabilidades, sólo comía un tiempo y después volvía a la cama derramando las lágrimas sin ser suficiente. Toda mi vida estuvo a mi lado, dándome apoyo emocional cuando más lo necesite y sentía que en sus últimos días no hice lo suficiente, que podía dar más y no lo di. A las dos semana
Calista Quería llorar entre sus brazos, quería gritarle todo lo que pasaba por mi mente en mi momento más vulnerable, sintiéndome tan necesitaba de amor, de escuchar a alguien diciéndome “te quiero y eres importante para mi” . Palabras que ya no podría escuchar de nadie, que esa persona que no se cansaba de repetirlo había muerto y no estaría nunca más para mi. Dolía. Me quemaba y consumía por dentro. Pero como siempre solía hacerlo reprimí todas mis emociones, encerrándome de nuevo en la cápsula que me mantenía a salvo, aislándome y abrazándome a la almohada sin querer saber del mundo. Alejándome de su tacto sintiéndome que me quemaba, que me dolía no ser correspondida por algo que me juré nunca sentir y pensé dominarlo, tenerlo bajo control y no permitirlo. Pero no pude, fracasé en el intento y sin culparme por ello, porque Aetos en tampoco tiempo me demostró tanto que fue imposible no quererle, no desear amarlo con todas mis fuerzas hasta que mi ser colapsara. «No sueñes, Calis
Aetos Doblé la hoja después de haber leído cada letra escrita en ella, tal vez juzgué mal a la anciana o quizás no. No lo sabía, muchas personas personas en su lecho de muerte trataban de cambiar y justificar sus errores. Pero el que Calista la hubiese llorado tanto, ella que era una mujer tan difícil de romper, eso significaba lo buena que fue con ella. "Tal vez me equivoqué al juzgarte, pensé que serías igual a como fue Bastian pero aquella mañana me demostraste que no es así. Si bien, lo que hiciste no fue correcto pero la defendiste, me mostraste que no ibas a permitir que nadie la hiciera menos y espero que sigas así. Confiaré en que tú siempre la protegerás y que a tu manera aprenderás a amarla. No permitas que mis errores pasados dañen la imagen que ella tiene de mi. Atte,Bryony Athanasiou" Abracé a mi mujer tratando de hacerla sentir lo valiosa que era para mi, que no importaba que pasara yo siempre estaría a su lado. Eso lo decidí cuando le propuse matrimonio, cuando le
Calista Las palabras salieron de mi boca sin poder contenerlo, realmente lo amaba y cada que estaba con él mi corazón parecía explosionar por tantas emociones, por tantas cosas que me hacía sentir y que no podía explicar.Mi cuerpo vibrando por la gran descarga, por llegar a la cima del placer y sentir mis piernas desfallecer por la intensidad del orgasmo, arrancándome un grito placentero sintiendo en las nubes. —Joder, preciosa —murmuró antes de tirar de mi cabello hacia atrás y apresar mis labios nuevamente, con tanta ferocidad que me hacía comprender que mi confesión no le desagradó en ningún aspecto, en su lugar parecía ¿contento?. No esperaba escuchar algo recíproco de su parte, en el momento en que mi corazón decidió amarlo supo que seguramente nunca sería correspondido de la misma manera. Él lo dejó claro desde un inicio —mi corazón también te pertenece, Calista. Nada me preparó para oír aquella declaración y de no ser porque sus brazos sostenían con fuerza mi cuerpo hubiese
El auto se adentró en una zona poco transitada, deteniéndose frente a un viejo cuartel donde se llevaban a cabo todo tipo de atrocidades. El olor a moho en el interior lo hizo asquearse, sus finos zapatos ensuciándose con la mugre del suelo. Un hombre regordete salió a recibirlo, se decían muchas cosas del hombre que sonrió mostrando sus dientes amarillos a causa del cigarro, una de ellas que era la escoria de Atenas. Un distribuidor de sustancias ilícitas, acusado de trata de blancas y por ser un sicario para los grandes empresarios de la ciudad. Un secreto a voces. La policía llevaba años buscando pruebas contra él pero este se encargaba de no dejar rastro alguno, silenciando a los que podrían traicionarle. —Pensé que no vendrías, que te habías acobardado —le dijo al hombre que desde hace unos meses lo buscó para eliminar a alguien que consideraba un "pez gordo" —No soy un cobarde —se molestó y miró por sobre su hombro —¿dónde están tus hombres?—En espera de noticias. —Lo hará