Por la mente de Ciabel pasaron muchas cosas, como, por ejemplo, todos y cada uno de los errores que había cometido desde que decidió irse de su hogar. Entre estos, el más importante: tenía acreedores que la perseguían por una deuda que no era suya. Ah, y también un ex furioso, padre de Ciro e hijo de la familia más renombrada de abogados.Mientras que en el cerebro de Damián había dos puntos esenciales: en serio esperaba que lo que él quería que le dijera y lo que ella quería decirle fuese lo mismo. No tenía deseos de enterarse de más sorpresas. A esas alturas, empezaría a tener canas, lo que arruinaría su reputación como el empresario exitoso más joven. Además, la mujer había estado durmiendo en el sillón porque lo estaba esperando. Sí, para hablar, pero lo esperaba. Incluso cansada, ahí estaba.Damián la miró a los ojos como si fuera una criatura de otro planeta. —¿Por qué no pasamos por un café a la cocina? —Rompió el hielo.Dudó y asintió.—Acepto, pero tú tienes comida en la hel
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