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Todos los capítulos de Mesa para tres: Capítulo 41 - Capítulo 50
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Cena en el Hanau Udon (2)
Me gasté un poquito de más de lo que había pensado en el vestido, pero es que estaba divino y me enamoré no más verlo. —¡Estás para comerte con crema batida! —dijo Rubí cuando me lo vio puesto. Ya sé, a veces puede ser un poco soez, pero así es ella y me sentí halagada con lo que dijo, pese a que sonó un poco a coro de canción de reggaeton— Si ese CEO no se enamora de ti al verte con este vestido, es porque lo suyo deben ser los hombres, Esma.—Ru, que no es no una cita —dije mientras me repasaba en el espejo del mostrador—. Solo vamos a hablar como dos personas que no se atraen, como si fuera una reunión de negocios.—Ay, Esma, eso no te lo crees ni tú. Si fuera as&
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¡Por qué insisten en emparejarme con Héctor!
Cuando Esmeralda terminó de contarle lo que Héctor necesitaba que ella hiciera, Rubí se llevó la mano al mentón. No parecía estar considerando la parte moral de la propuesta, intuyó Esmeralda, sino lo que podía obtener por una petición tan especial. —Suena divertido, sabes —dijo Rubí—. Y por supuesto que te ayudaré con eso, si es lo que les hace falta para que esa señora que tanto te molestó durante el almuerzo -y se metió con tu sobrina- tenga una sorpresa poco agradable, pero, ¿yo obtendría algo a cambio?Por fortuna, Esmeralda ya lo había previsto, pese a que solo conocía a Rubí de hacía unas semanas. —¿Qué tal una noche en un
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¿Quién es el chef de esta cocina?
Después de recoger a Verónica en el jardín de infantes, Esmeralda fue con su sobrina a casa de Rubí, que vivía a unas pocas cuadras. Intrigada por conocer al novio de su amiga, Esmeralda llegó unos minutos antes de la hora acordada y Rubí salió a recibirla. —Giovanni ha pasado todo el día probando una receta —dijo Rubí después de saludar a Verónica y a su amiga—. Dice que no ha dado con el picante adecuado. —¿Y qué es lo que está preparando? —quiso saber Esmeralda mientras empinaba su nariz para detectar el aroma de la cocina.—Ven y lo pruebas antes de saber.De la mano de Verónica, Esmeralda se acercó a l
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Las cosas en marcha
El plan salió a la perfección y, con el nombre de la amiga de Esmeralda, como supuesta chef que participaría en la primera prueba de cocina, junto con Teressa Bianchi, mi mamá quedó convencida de ayudarme a reunir a la junta directiva para el domingo. —Me alegra que hayas desistido de incluir a esa mujer que invitaste a mi casa el otro día —dijo mi mamá cuando le planteé la necesidad que tenía de convocar a los miembros de la junta—. Voy a hacer todo lo posible para que todos estén presentes ese día, hijo, a primera hora. No sé qué métodos emplearía mi madre, pero sé que, si se comprometió a hacerlo, lo haría, así tuviera que mover el cielo y la tierra para lograrlo.Leer más
Una diosa llega al hotel
El domingo despertó con un clima agradable, de cielo despejado, un sol que madrugó a calentar las aceras y los autos de la ciudad, a los ciclistas y aficionados al golf, entre los que no estaban, ese día, los miembros de la junta directiva de la cadena hotelera Amazon´s, confinados en la sala de juntas del hotel, desde la que podían ver el espectacular día que se estaban perdiendo por tener sus ojos puestos en una aburrida exposición que entremezclaba números con tablas, gráficas en pastel y en barras, en líneas que subían y ascendían -más esto que lo primero- y que cada cinco minutos los hacía bostezar, pese a las dos tazas de café y croissants que ya se habían servido. —Esto es normal, ¿verdad? —susurré a Efraín cuando tuvo un momento en la presentaci&oacut
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La mañana del día de la competencia
No pude dormir la noche anterior y hasta contemplé la idea de que Héctor tuviera dificultades para reunir a la junta, me llamara temprano y me dijera que la prueba se había pospuesto para después, y que ya mi rival no sería Teressa Bianchi, sino cualquier otra cocinera de una cocina corriente de la ciudad. A las seis de la mañana recibí el mensaje de Héctor. »Buenas noticias, Esmeralda. La junta está reunida. Te espero a las tres de la tarde en el hotel ;).El mundo es de los valientes que están decididos a conquistarlo, y yo me consideraba una valiente, pero saber que vas a salir al ruedo, frente a tu sobrina, tu jefe, la persona que te gusta -Victor quedó en pasar-, la persona que más te disgusta -la mamá de Héctor- y la persona a la que no quieres de
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¿Cómo puedo atreverme a competir con ella?
El taxi tuvo que dejarnos a dos cuadras del hotel, muy cerca del bistró, porque había una gran aglomeración en las proximidades. Después de bajarnos, tomé de la mano a Verónica y caminamos hasta la entrada, mientras intentaba ver qué era lo que causaba tanto revuelo, un domingo, en las proximidades del lugar al que debía llegar. Cuando me acerqué a la entrada, abriéndome paso entre una multitud agolpada en la puerta, un hombre me detuvo, impidiéndome seguir. —Oye, hay fila, no puedes colarte. —¿Qué? Como que fila, ¿de qué habla?Noté que me miraba de arriba a abajo, fijándose en mi uniforme. Leer más
Una improvisada sesión de fotografía
Cuando vi las cinco llamadas perdidas de Esmeralda me asusté. Habían pasado casi veinte minutos desde que llamó y pensé en la posibilidad de que se hubiera aterrado, en el último minuto, de tener que enfrentar a Teressa Bianchi y me estuviera intentando contactar para cancelar su participación. —¿Dónde está´pa Gerardo? —Le pregunté a Berta, a quien, lamentablemente, había tenido que llamar a trabajar ese domingo. —Bajó hace unos cinco minutos, señor. Lo vi muy urgido por una llamada que acababa de recibir. Era lo que me suponía. Al no poder contactarme, Esmeralda había llamado a Gerardo. Agradecí a Berta y seguí los pasos de mi secretario privado, esperando
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Nos va mejor bajo presión
De todos los escenarios posibles que llegué a contemplar, nunca me imaginé que este fuera posible. Desde que nos saludamos, sentí que había una energía que me unía con Teressa y que, si por alguna eventualidad nos fuera posible seguir viéndonos, seríamos las mejores amigas. No sé ni cómo empezó la sesión de fotografías, fue algo tan espontáneo que solo sé que lo disfruté mucho y que fue como si conociera a Teressa de toda la vida. Así de intenso fue y, cuando pensaba en que no nos despediríamos sin antes no habernos enfrentado en una competencia de talento culinario, me entristecía. Ya lo había pensado desde que entré en el hotel, después de superar a la muchedumbre agolpada para verla: ¿Cómo puedo atreverme a competir con ella?
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La prueba va a empezar
Cuando hablé con Efraín sobre la posibilidad de que, después de la improvisada sesión de fotos entre las dos cocineras y los miembros de la junta directiva, no fuera necesario realizar la competencia, me preguntó, con todo respeto, si acaso estaba loco.—Ya todo está preparado y dispuesto, señor —dijo—, esta es la cereza en el pastel, con la que conseguiremos, por unanimidad, la aprobación de la junta, además de que será un evento muy divertido, ya verá. Me puse en sus manos y solo me adelantó, porque ni siquiera yo, como CEO de la cadena hotelera, debía estar al tanto de eso, que en el almuerzo solo se serviría un plato de carne de res, con guarnición de arroz y papas.—Algo muy sen
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